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jueves, 5 de mayo de 2016

Misas de difuntos: Salmo responsorial.

Difuntos y Exequias

MISAS DE DIFUNTOS

1. EN LAS EXEQUIAS

SALMO RESPONSORIAL
Leccionario V, págs. 482-489.

1
 Sal 22, 1b-3. 4. 5. 6 (R.: 1b; 4ab)

R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
O bien:
R. Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tu vas conmigo.

V. El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre. R.

V. Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tu vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R.

V. Preparas una mesa ante mi,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R.

V. Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin termino. R.

2
II   Sal 24, 6 y 7cd. 17-18. 20-21 (R.: 1b; 3a)

R. A ti, Señor, levanto mi alma.
O bien:
R. Los que esperan en ti, Señor, no quedan defraudados.

V. Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mi con misericordia,
por tu bondad, Señor. R.

V. Ensancha mi corazón oprimido
y sácame de mis tribulaciones.
Mira mis trabajos y mis penas
y perdona todos mis pecados. R.

V. Guarda mi vida y líbrame,
no quede yo defraudado de haber acudido a ti.
La inocencia y la rectitud me protegerán,
porque espero en ti. R.

3
III   Sal 26, 1bcde. 4. 7 y 8c y 9a. 13-14 (R.: 1b; 13)

R. El Señor es mi luz y mi salvación.
O bien:
R. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.

V. El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quien temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quien me hará temblar? R.

V. Una cosa pido al Señor,
eso buscare:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo. R.

V. Escúchame, Señor,
que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Tu rostro buscare, Señor.
No me escondas tu rostro. R.

V. Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R.

4
IV   Sal 41, 2. 3. 5cdef; 42, 3. 4. 5 (R.: 41, 3a)

R. Mi alma tiene sed del Dios vivo.

V. Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío. R.

V. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? R.

V. Cómo entraba en el recinto santo,
como avanzaba hacia la casa de Dios
entre cantos de jubilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta. R.

V. Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada. R.

V. Me acercaré al altar de Dios,
al Dios de mi alegría,
y te daré gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío. R.

V. ¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué gimes dentro de mí?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío». R.

5
V   Sal 62, 2. 3-4. 5-6. 8-9 (R.: 2b)

R. Mi alma está sedienta de ti, mi Dios.

V. Oh, Dios, tu eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua. R.

V. ¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios. R.

V. Toda mi vida te bendeciré
y alzare las manos invocándote.
Me saciare como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. R.

V. Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con jubilo.
Mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene. R.

6
VI   Sal 102, 8 y 10. 13-14. 15-16. 17-18 (R.: 8a; 36, 39a)

R. El Señor es compasivo y misericordioso.
O bien:
R. El Señor es quien salva a los justos.

V. El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
No nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R.

V. Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por los que le temen;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro. R.

V. Los días del hombre duran lo que la hierba,
florecen como la flor del campo,
que el viento la roza, y ya no existe,
su terreno no volverá a verla. R.

V. Pero la misericordia del Señor
dura siempre y por siempre,
para aquellos que lo temen;
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan la alianza
y recitan y cumplen sus mandatos. R.

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VII   Sal 114, 5-6; 115, 10-11. 15-16a y c (R.: 114, 9)

R. Caminare en presencia del Señor
en el país de los vivos.
O bien:
R. Aleluya.

V. El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó. R.

V. Tenía fe, aun cuando dije:
«¡ Que desgraciado soy!».
Yo decía en mi apuro:
«Los hombres son unos mentirosos». R.

V. Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
rompiste mis cadenas. R.

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VIII   Sal 121, 1bc-2. 4-5. 6-7. 8-9 (R.: 1bc; cf. 1bc)

R. ¡Que alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
O bien:
R. Vamos alegres a la casa del Señor.

V. ¡Que alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén. R.

V. Allá suben las tribus,
las tribus del Señor.
Según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R.

V. Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios». R.

V. Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo».
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien. R.

9
IX   Sal 129, 1b-2. 3-4. 5-6. 7. 8 (R.: 1b; cf. 5)

R. Desde lo hondo a ti grito, Señor.
O bien:
R. Espero en el Señor, espero en su palabra.

V. Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi suplica. R.

V. Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quien podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto. R.

V. Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora. R.

V. Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa. R.

V. Y el redimirá a Israel
de todos sus delitos. R.

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X   Sal 142, 1b-2. 5-6. 7ab y 8ab. 10 (R.: 1b)

R. Señor, escucha mi oración.

V. Señor, escucha mi oración;
tu, que eres fiel, atiende a mi suplica;
tu, que eres justo, escúchame.
No llames a juicio a tu siervo,
pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti. R.

V. Recuerdo los tiempos antiguos,
medito todas tus acciones,
considero las obras de tus manos
y extiendo mis brazos hacia ti:
tengo sed de ti como tierra reseca. R.

V. Escúchame en seguida, Señor,
que me falta el aliento.
En la mañana hazme escuchar tu gracia,
ya que confío en ti. R.

V. Enséñame a cumplir tu ley,
ya que tú eres mi Dios.
Tu espíritu, que es bueno,
me guíe por tierra llana. R.

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