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sábado, 19 de noviembre de 2016

Celebraciones penitenciales para jóvenes.

Ritual de la Penitencia (2 de diciembre de 1973)

APÉNDICE II. ESQUEMAS DE CELEBRACIONES PENITENCIALES

V. PARA JÓVENES

361. La celebración penitencial con jóvenes prepárese, con ellos mismos, de tal modo que, si es posible, elijan y compongan junto con el sacerdote los textos y los cánticos. Los lectores, cantores y la schola sean todos del grupo juvenil.

Tema: La renovación de la vida según la vocación cristiana

Saludo

362. Puede hacerse con éstas o semejantes palabras:

Nos hemos reunido para hacer penitencia y renovar nuestra vida. No se trata, como muchos piensan, de algo solamente difícil y triste, sino también de algo jubiloso que tiene mayor relación con el futuro que con el tiempo pasado: Dios, por la penitencia, nos abre un nuevo camino que nos conduce más y más a la plena libertad de los hijos de Dios. Jesucristo, al llamarnos a la conversión, nos facilita el acceso al reino de su Padre, como nos enseñó en la parábola del comerciante, que, al encontrar una perla preciosa, vende todo para comprarla. Movidos, pues, por este ejemplo, abandonemos la vida pasada para conseguir una nueva vida de mucho más valor.

Seguidamente se entona un canto que trate de la llamada a la nueva vida o del corazón que está dispuesto a seguir la voz de Dios (por ejemplo: Sal 39, 1-9, con la respuesta: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad).

Oración

363. Señor, Dios, que nos llamas de las tinieblas a tu luz,
de la mentira a la verdad,
de la muerte a la vida:
infunde en nosotros tu Espíritu Santo
que abre nuestros oídos
y fortalece nuestros corazones,
para que percibamos nuestra vocación cristiana
y avancemos decididamente por el camino
que nos conduce a la verdadera vida cristiana.
Por Jesucristo nuestro Señor.

R. Amén.

Lecturas

364. Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos. 7, 18-25a

Hermanos:
Sé muy bien que no es bueno eso que habita en mí, es decir, en mis bajos instintos; porque el querer lo bueno lo tengo a mano, pero el hacerlo, no.
El bien que quiero hacer no lo hago; el mal que no quiero hacer, eso es lo que hago.
Entonces, si hago precisamente lo que no quiero, señal que no soy yo el que actúa, sino el pecado que llevo dentro.
Cuando quiero hacer lo bueno, me encuentro inevitable­mente con lo malo en las manos.
En mi interior me complazco en la ley de Dios, pero perci­bo en mi cuerpo un principio diferente que guerrea contra la ley que aprueba mi razón, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mi cuerpo.
¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este ser mío pre­sa de la muerte?
Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, y le doy gracias.

Palabra de Dios.

O bien:

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos. 8, 19-23

Hermanos:
La creación, expectante, está aguardando la plena manifes­tación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por uno que la sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
Porque sabemos que hasta hoy la creación entera está gi­miendo toda ella con dolores de parto.
Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primi­cias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.

Palabra de Dios.

Canto o breve espacio de silencio.

+ Lectura del santo Evangelio según san Mateo. 13, 44-46

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.
El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra».

Palabra del Señor.

Homilía

365. La homilía puede tratar:
— de la ley del pecado que se opone en nosotros a la ley de Dios.
— de la necesidad de abandonar el camino del pecado para poder en­trar en el reino de Dios.

Examen de conciencia

366. Después de la homilía tiene lugar el examen de conciencia, por ejemplo, según el texto que se encuentra en el Apéndice III. Ténganse siempre intervalos de silencio, para que cada uno pueda hacer el examen de conciencia del modo más personal.

Acto penitencial

367. Jesucristo el Señor ha llamado a los pecadores al reino de su Padre. Por consiguiente, cada uno haga ahora en lo más profundo de su corazón el acto de contrición y un firme propósito de enmienda.

Después de una breve pausa de silencio, todos dicen a la vez:

Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Dándose golpes de pecho, añaden:
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Y a continuación:
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos
y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

Ministro:

Señor Dios, tu conoces todo.
Conoces también nuestra sincera voluntad
de servirte mejor a ti y a nuestros hermanos.
Míranos y escucha nuestras súplicas.

Lector:

- Concédenos la gracia de una verdadera conversión.
R. Te rogamos, óyenos.

- Suscita en nosotros un espíritu de penitencia y confirma nuestros propósitos.
R. Te rogamos, óyenos.

- Perdona nuestros pecados y sé indulgente con nuestros defectos.
R. Te rogamos, óyenos.

- Llena nuestros corazones de espíritu de confianza y genero­sidad.
R. Te rogamos, óyenos.

- Haznos discípulos fieles de tu Hijo y miembros vivos de su Iglesia.
R. Te rogamos, oyenos.

Ministro:

El Dios, que no quiere la muerte del pecador,
sino que se convierta y viva,
reciba bondadoso el reconocimiento de nuestros pecados
y derrame su gran misericordia sobre nosotros,
que oramos según su Hijo nos ha mandado.

Todos juntos dicen:

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

368. La celebración concluye con un canto apropiado y la despedida.

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