Entrada destacada

Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

lunes, 27 de marzo de 2017

Ritual de enfermos: Lecturas de la Pasión del Señor.

Ritual de la Unción y de la pastoral de enfermos (6ª ed. española 1996)

CAPÍTULO IX. LECCIONARIO PARA EL RITUAL DE ENFERMOS

LECTURAS DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

También pueden leerse las lecturas de la Pasión del Señor, tal como se hallan en el domingo de Ramos, años A, B y C, y el Viernes santo, o en la Misa votiva del Misterio de la Santa Cruz.

I. Si este cáliz no puede pasar, hágase tu voluntad

331. Ni siquiera a Cristo se le ahorra la angustia del dolor y el temor a la muerte (vv. 38-39). Pero vence su angustia con una ora­ción insistente (v. 44) y continuada, que te lleva a identificarse con la voluntad deI Padre (v. 42) y a hacer que la voluntad de éste prive sobre la suya propia.

+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo 26, 36-46

En aquel tiempo, Jesús fue con sus discípulos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo:
—Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.
Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y a angustiarse.
Entonces dijo:
—Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo.
Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo:
—Padre mío, si es posible que pase y se aleje de mí este cáliz. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos.
Dijo a Pedro:
—¿No habéis podido velar una hora conmigo? Ve­lad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil.
De nuevo se apartó por segunda vez y oraba di­ciendo:
—Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.
Y viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque estaban muertos de sueño. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba repitiendo las mismas palabras.
Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:
—Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora y el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.

Palabra del Señor.


II. Muerte y resurrección del Señor

332. El ocultamiento y muerte de Dios le llega también a Je­sús, que se siente abandonado (v. 34). Pero a este NO aparente de Dios sucederá con la resurrección el SI de Dios a todo lo que Je­sús había realizado en su vida y con su muerte.

+ Lectura del santo Evangelio según San Marcos 15, 33-39; 16, 1-6

Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:
—Eloí, Eloí, lama sabactaní. (Que significa: Dios mío, Dios mío. ¿Por qué me has abandonado?)
Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
—Mira, está llamando a Elías.
Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo:
—Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.
Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
—Realmente este hombre era Hijo de Dios.
Pasado el sábado, María la Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embal­samar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras:
—¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del se­pulcro?
Al mirar vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. El les dijo:
—No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado?
No está aquí.
Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron.

Palabra del Señor.


III. Muerte y resurrección del Señor

333. La entrega consciente de Jesús en manos del Padre (v. 46) subraya en el último m omento de su vida lo que ésta había sido desde el comienzo: una aceptación de la voluntad del Padre que le pedía entregar la vida por sus hermanos. No merece la pena vivir la vida si no es para entregarla.

+ Lectura del santo Evangelio según San Lucas 23, 44-49; 24, 1-6a

Era ya eso de mediodía cuando se oscureció el sol y toda la región quedó en tinieblas, hasta la media tarde.
El velo del templo se rasgó por medio.
Jesús gritó con fuerza:
—Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
Y dicho esto, expiró.
Viendo lo que sucedía, el centurión glorificaba a Dios diciendo:
—Realmente, este hombre era inocente.
La muchedumbre que había acudido al espectácu­lo, al ver lo ocurrido, se volvía a la ciudad dándose golpes de pecho.
Sus conocidos se mantenían a distancia, y también las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.
El primer día de la semana, de madrugada, las muje­res fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Encontraron corrida la piedra del sepulcro.
Y entrando no encontraron el cuerpo del Señor Jesús.
Mientras estaban desconcertadas por esto, se les pre­sentaron dos hombres con vestidos refulgentes. Ellas, despavoridas, miraban al suelo, y ellos les dijeron:
—¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado.

Palabra del Señor.


IV. ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?

334. El contacto con Jesús va haciendo descubrir a los dos dis­cípulos el sentido oculto de! dolor (v. 26), que hasta entonces les te­nía entristecidos (v. 17) y les había trastocado sus inmediatas espe­ranzas terrenas (v. 21). El contacto con Dios en la oración nos hará también a nosotros ir descubriendo lo esencial que está oculto a los ojos.

+ Lectura del santo Evangelio según San Lucas 24, 13-35

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras con­versaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
El les dijo:
—¿Qué conversación es ésa que traéis, mientras vais de camino?
Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:
—¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sa­bes lo que ha pasado allí estos días?El les preguntó:
-¿Qué?
Ellos le contestaron:
—Lo de Jesús el Nazareno, que fue un Profeta pode­roso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nues­tros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el fu­turo libertador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e in­cluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo en­contraron como habían dicho las mujeres; pero a él no le vieron.
Entonces Jesús le dijo:
—¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anun­ciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?
Y comenzando por Moisés y siguiendo por los pro­fetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.
Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron diciendo:
—Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída.
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.Ellos comentaron:
—¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
—Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha apare­cido a Simón.
Y ellos contaron lo que les había pasado por el ca­mino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor.


V. Vio y creyó

335. Los apóstoles son fundamento de la Iglesia por ser los tes­tigos de la Resurrección. En ella está la base de nuestra fe y de nuestra esperanza. Con su victoria sobre la muerte ha librado Jesús a la humanidad de la angustiosa y pesada losa que nos oprimía.

+ Lectura del santo Evangelio según San Juan 20 , 1-10

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien quería Jesús, y les dijo:
—Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. .
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepul­cro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al se­pulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo: pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: Vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrolladas en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero el sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escri­tura: que él había de resucitar de entre los muertos.
Los discípulos se fueron de nuevo a casa.

Palabra del Señor.

domingo, 26 de marzo de 2017

Ritual de enfermos: Evangelios.

Ritual de la Unción y de la pastoral de enfermos (6ª ed. española 1996)

CAPÍTULO IX. LECCIONARIO PARA EL RITUAL DE ENFERMOS

EN LA CELEBRACIÓN DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

EVANGELIO (Leccionario V, págs. 305-324).

I. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo

311. Las bienaventuranzas son una buscada y total contraposición al deseo de dicha inmediata que invade al hombre. Constituyen la quintaesencia del programa de Jesús y sólo se comprenden cuando se las considera practicadas por Jesús. Es su punto de vista sobre la existencia humana, que él convirtió en norma y vida de su propia existencia.

Leccionario V, pág. 305
Mt 5, 1-12a
Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo + Lectura del santo Evangelio según San Mateo.

EN aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos,
porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia,
porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos
porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».

Palabra del Señor.


II. Señor, si quieres, puedes limpiarme

312. Una fe profunda en la omnipotencia de Dios alienta la oración del leproso: »Si quieres, puedes limpiarme.» Basta que él, que todo lo puede, lo quiera. Pero sigue siendo libre Dios, Señor de la historia y de la naturaleza, para dejar seguir a ésta su curso.

Leccionario V, pág. 306
II  Mt 8, 1-4
Señor, si quieres, puedes limpiarme
+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo.

Al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente.
En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo:
«Señor, si quieres, puedes limpiarme».
Extendió la mano y lo tocó diciendo:
«Quiero, queda limpio».
Y en seguida quedó limpio de la lepra.
Jesús le dijo:
«No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».

Palabra del Señor.


III. El cargó con nuestras enfermedades

313. No se oponen una personalidad consciente de la propia valía y una aceptada humildad ante Dios. El centurión sabe ejer­citar la autoridad (v. 9) y, sin embargo, se siente indigno de la vi­sita de Jesús (v. 8). Su súplica está llena de fe (v. 10) y de delica­deza (v. 8): que no entre Jesús —judío — en casa de un pagano y pierda la pureza ritual).

Leccionario V, págs. 306-307
III (forma larga)  Mt 8, 5-17
El tomó nuestras dolencias
+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo.

EN aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole:
«Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho».
Le contestó:
«Voy yo a curarlo».
Pero el centurión le replicó:
«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes: y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace».
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían:
«En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; en cambio, a los hijos del reino los echarán fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes».
Y dijo Jesús al centurión:
«Vete; que te suceda según has creído».
Y en aquel momento se puso bueno el criado.
Al llegar Jesús a la casa de Pedro, vio a su suegra en cama con fiebre; le tocó su mano y se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a servirle.
Al anochecer, le llevaron muchos endemoniados; él, con su palabra expulsó los espíritus y curó a todos los enfermos para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:
«El tomó nuestras dolencias
y cargó con nuestras enfermedades».

Palabra del Señor.


Leccionario V, págs. 308
III (forma breve, opción 1)  Mt 8, 5-13
El tomó nuestras dolencias
+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo.

EN aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole:
«Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho».
Le contestó:
«Voy yo a curarlo».
Pero el centurión le replicó:
«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes: y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace».
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían:
«En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; en cambio, a los hijos del reino los echarán fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes».
Y dijo Jesús al centurión:
«Vete; que te suceda según has creído».
Y en aquel momento se puso bueno el criado.

Palabra del Señor.


Leccionario V, págs. 309
III (forma breve, opción 2)  Mt 8, 14-17
El tomó nuestras dolencias
+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo.

EN aquel tiempo, al llegar Jesús a la casa de Pedro, vio a su suegra en cama con fiebre; le tocó su mano y se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a servirle.
Al anochecer, le llevaron muchos endemoniados; él, con su palabra expulsó los espíritus y curó a todos los enfermos para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:
«El tomó nuestras dolencias
y cargó con nuestras enfermedades».

Palabra del Señor.


IV. Venid a mí todos los que estáis cansados

314. Las cargas y fatigas de nuestra vida se transforman en carga y yugo de Cristo (vv. 29-30) cuando nos sentimos identificados con él y continuadores de su vida y programa (v. 28). Sólo el que tiene el corazón humilde recibe la revelación de Dios (v. 25), que supera todo conocimiento y es fuente de aguante y energía.

Leccionario V, pág. 310
IV  Mt 11, 25-30
Venid a mí todos los que estáis cansados
+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo.

EN aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra del Señor.


V. Jesús curó a muchos

315. Precede a las curaciones la humildad suplicante de los enfermos que se postran a sus pies (v. 30). Y sigue a la curación la alabanza a Dios (v. 31), el reconocimiento de que es de Dios, de donde vino la salvación.

Leccionario V, págs. 310-211
V  Mt 15, 29-31
Jesús sana a muchos
+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo.

EN aquel tiempo, Jesús se dirigió al mar de Galilea, subió al monte y se sentó en él.
Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los ponían a sus pies y él los curaba.
La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y daban gloria al Dios de Israel.

Palabra del Señor.


VI. Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis

316. Al final nos examinarán del amor. Se nos preguntará cómo nos portamos con los enfermos y cuantos necesitaron nuestra ayuda y no cómo y cuándo confesamos y reconocimos explícitamente al Señor. Eso demuestra la pregunta extrañada de los colocados a la derecha: «¿ Cuándo te vimos enfermo a ti?»

Leccionario V, pág. 311
VI  Mt 25, 31-40
Cada vez que lo hicisteis con mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis
+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones.
El separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de su derecha:
"Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme".
Entonces los justos le contestarán:
"Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?".
Y el rey les dirá:
"En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis».

Palabra del Señor.


VII. Viendo la fe que tenían, dijo: tus pecados quedan perdonados

317. La fe (v. 5) que remueve montañas es la que está dis­puesta a remover cualquier obstáculo (v. 4), la que cree contra toda esperanza. La fe verdadera es activa y nos pide poner de nuestra parte todo lo que esté a nuestro alcance. Jesús no desecha sino aprecia (v. 5) este esfuerzo personal.

Leccionario V, pág. 312
VII  Mc 2, 1-12
Viendo la fe que tenían, le dijo: «Tus pecados te son perdonados»
+ Lectura del santo Evangelio según San Marcos.

EN aquel tiempo, entró Jesús en Cafarnaún, y se supo que estaba en casa.
Acudieron tantos, que no quedaba sitio ni a la puerta. Y les proponía la palabra.
Y vinieron trayéndole un paralitico llevado entre cuatro y, como no podían presentárselo por el gentío, levantaron la techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralitico:
«Hijo, tus pecados te son perdonados».
Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros:
«¿Por qué habla este así? Blasfema, ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo uno, Dios?».
Jesús se dio cuenta enseguida de lo que pensaban y les dijo:
«Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate, coge la camilla y echa a andar"?
Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados -dice al paralitico-:
"Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa"».
Se levantó,cogió inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo:
«Nunca hemos visto una cosa igual».

Palabra del Señor.


VIII. ¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?

318. Querríamos, como los apóstoles, que la presencia de Je­sús en nosotros ahuyentase de nuestra vida todo temor y zozobra. Y nos sorprende la indiferencia de Dios, que parece dormir (v. 38) ante el peligro de la vida en que nos encontramos. Dios es incompatible con el naufragio, pero no con la inseguridad y embates que amenazan nuestra vida. Pensar lo contrario es tener poca fe (v. 40).

Leccionario V, pág. 313.
VIII  Mc 4, 35-41
¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?
+ Lectura del santo Evangelio según San Marcos.

Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vamos a la otra orilla».
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre un cabezal.
Lo despertaron, diciéndole:
«Maestro, ¿no te importa que perezcamos?».
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar:
«¡Silencio, enmudece!».
El viento cesó y vino una gran calma.
El les dijo:
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».
Se llenaron de miedo y se decían unos a otros:
«¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar lo obedecen!».

Palabra del Señor.


IX. Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí

319. El ciego logra su curación después de haber vencido el respeto humano. A las increpaciones para que se calle responde confesando con voz más alta la mesianidad de Jesús (v. 48). A sí merece que Jesús le llame (v. 49) y le cure. Bartimeo vence tam­bién la tentación egoísta de la ingratitud y, curado, sigue a Jesús (v. 52) como le había seguido enfermo.

Leccionario V, pág. 314.
IX  Mc 10, 46-52
Hijo de David, ten compasión de mí
+ Lectura del santo Evangelio según San Marcos.

EN aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:
«Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí».
Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más:
«Hijo de David, ten compasión de mí».
Jesús se detuvo y dijo:
«Llamadlo».
Llamaron al ciego, diciéndole:
«Animo, levántate, que te llama».
Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
Jesús le dijo:
«¿Qué quieres que te haga?».
El ciego le contestó:
«"Rabbuní", que recobre la vista».
Jesús le dijo:
«Anda, tu fe te ha salvado».
Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

Palabra del Señor.


X. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos 

320. El Evangelio es una noticia de salvación con hechos y palabras. Por eso comienza a veces esa salvación por la curación de enfermedades (v. 18) y de toda clase de males fv. 17). Son las señales con que el Señor va prestando su confirmación a la palabra predicada (v. 20). Y, sin embargo, Ia adhesión de nuestra fe (v. 14) no debe depender de que existan o no esas señales.

Leccionario V, pág. 315.
Mc 16, 15-20
Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos 
+ Lectura del santo Evangelio según San Marcos.

EN aquel tiempo, se apareció Jesús a los once y les dijo:
«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
El que crea y sea bautizado se salvará, el que no crea será condenado.
A los que crean, les acompañarán estos signos echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.
Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
Ellos se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

Palabra del Señor.


XI. Id a anunciar a Juan lo que habéis visto y oído

321. Juan, que había anunciado a Jesús como el Mesías, duda de ello en la cárcel, porque no se está cumpliendo una de las esperanzas proféticas: «Liberará de la prisión a los cautivos». Jesús le comunica las otras esperanzas que con él se están cum­pliendo, entre las cuales no figura la que a Juan más interesa. La acción de Dios no llenará siempre nuestros anhelos y no por eso deberá desfallecer nuestra esperanza.

Leccionario V, pág. 316.
XI  Lc 7, 19-23
Anunciad a Juan lo que habéis visto y oído
+ Lectura del santo Evangelio según San Lucas.

EN aquel tiempo, Juan, llamando a dos de sus discípulos, los envió al Señor diciendo:
«¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?».
Los hombres se presentaron ante él y le dijeron:
«Juan el Bautista nos ha mandado a ti para decirte:"¿Eres tú
el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?"».
En aquella hora Jesús curó a muchos de enfermedades, achaques y malos espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la vista.
Y respondiendo, les dijo:
«Id y anunciad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados. Y ¡bienaventurado el que no se escandalice de mí!».

Palabra del Señor.


XII. Curad a los enfermos

322. Los mensajeros del Reino (v. 9) deberán ser mensajeros de paz (v. 5) y de salvación (v. 9), tratando por su parte de dar concreción material a ese mensaje salvador con la salvación y ali­vio de enfermedades y dolencias.

Leccionario V, págs. 316-317.
XII  Lc 10, 5-6. 8-9
Curad a los enfermos
+ Lectura del santo Evangelio según San Lucas.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando entréis en una casa, decid primero:
"Paz a esta casa".
 Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles:
"El reino de Dios ha llegado a vosotros"».

Palabra del Señor.


XIII. ¿Quién es mi prójimo?

323. Jesús cambia, al final de la parábola (v. 36), el plantea­miento. No pregunta, ¿quién es tu prójimo? (v. 29), sino ¿quién se ha hecho prójimo del que se encontró necesitado de ayuda ? El cristiano no deberá preguntarse quien es su prójimo, sino si él se siente de verdad próximo al que padece necesidad.

Leccionario V, págs. 317-318.
XIII  Lc 10, 25-37
¿Quién es mi prójimo?
+ Lectura del santo Evangelio según San Lucas

EN aquel tiempo, se levantó un maestro de la ley y preguntó a Jesús para ponerlo a prueba:
«Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?».
Él le dijo:
«¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?».
Él respondió:
«"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza" y con toda tu mente. Y "a tu prójimo como a ti mismo"».
Él le dijo:
«Has respondido correctamente. Haz esto y tendrás la vida».
Pero el maestro de la ley queriendo justificarse dijo a Jesús:
«¿Y quién es mi prójimo?».
Respondió Jesús diciendo:
«Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo una levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacando
dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva". ¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?».
Él dijo:
«El que practicó la misericordia con él».
Jesús le dijo:
«Anda y haz tú lo mismo».

Palabra del Señor.


XIV. Pedid y se os dará

324. La fuerza y eficacia de la oración reside no en el que pide, sino en la bondad del padre, Dios, a quien se pide (v. 13). Eso debe hacernos confiados y persistentes en la petición fvv. 5-10), sabiendo, sin embargo, que el objeto infalible y supremo de nuestra oración es el del Espíritu de Dios que en ella se nos comunica.

Leccionario V, págs. 318.319.
XIV  Lc 11, 5-13
Pedid y se os dará
+ Lectura del santo Evangelio según San Lucas.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice:
"Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle"; y, desde dentro, aquel le responde:
"No me molestes, la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados, no puedo levantarme para dártelos"; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues yo os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá, porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre.
¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?».

Palabra del Señor.


XV. Dichosos los criados a quienes el señor los encuentre en vela

325. La vida es servicio y nuestro papel respecto a Dios es el de los criados con su dueño <vv. 36-37), administradores (v. 42) que no tienen en su mano bienes propios. La vida es vela continua (v. 35. 38, etc.), responsabilidad permanente de dar lo mejor de nosotros mismos (cf. v. 48).

Leccionario V, págs. 319-320.
XV  Lc 12, 35-44
Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor los encuentre en vela
+ Lectura del santo Evangelio según San Lucas.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo.
Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Pedro le dijo:
«Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?».
Y el Señor dijo:
«¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas?
Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes».

Palabra del Señor.


XVI. ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador

326. La oración del que se humilla penetra las nubes. ¿ Exhi­bimos en la oración nuestros merecimientos o sirve ella para ha­cernos caer en la cuenta de nuestras faltas y limitaciones? Lo más serio y verdadero que podemos mostrar a Dios es nuestra condi­ción de pecadores.

Leccionario V, pág. 320
XVI (para moribundos)  Lc 18, 9-14
¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador
+ Lectura del Santo Evangelio según San Lucas.

EN aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:
«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:
"¡Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo".
El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo:
"¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador".
Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Palabra del Señor.


XVII. (Para los moribundos) Esta es la voluntad del Padre: que no pierda nada de lo que me dio

327. Se salva y recibe la vida de Dios quien cree en el Hijo (v. 40). Esta fe en Jesús comporta un seguimiento que lleva a la imitación. El creyente deberá convertir su vida, como Jesús, en un hacer no la propia voluntad, sino la de Dios que le envía (v. 38). Convertirse, como él, en ser-de-Dios-para-los-hombres.

Leccionario V, pág. 321.
XVII (para moribundos)  Jn 6, 35-40
Esta es la voluntad del Padre: que no pierda nada de lo que me dio
+ Lectura del santo Evangelio según San Juan

EN aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Yo soy el pan de vida El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mi no tendrá sed jamás, pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis.
Todo lo que me da el Padre vendrá a mi, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.
Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día.
Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día».

Palabra del Señor.


XVIII. (Para los moribundos) El que come este pan vivirá para siempre

328. La Eucaristía nos identifica con Cristo (v. 56) y con su muerte. Comer la carne de Cristo y beber su sangre (v. 53) es aceptar que la muerte de Cristo, y también la nuestra, tiene sen­tido y termina en la resurrección.

Leccionario V, pág. 322.
XVIII  Jn 6, 53-58
El que come este pan vivirá para siempre
+ Lectura del santo Evangelio según San Juan.

EN aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. 
El que come mi come y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. 
Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».

Palabra del Señor.

XIX. No pecó, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios

329. Seguimos inclinados a ver en la enfermedad y en el sufrimiento un castigo de Dios por nuestros pecados (v. 2). La respuesta de Cristo («para que se manifiesten en él las obras de Dios») nos aclara, aunque sólo sea un poco, la incomprensibili­dad del dolor y de la enfermedad. También a partir de ellos puede hacer en nosotros su obra el Señor.

Leccionario V, pág. 323
XIX  Jn 9, 1-7
No por el pecado, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios
+ Lectura del santo Evangelio según San Juan.

EN aquel tiempo, al pasar, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento.
Y sus discípulos le preguntaron:
«Maestro, ¿quién pecó, este o sus padres, para que naciera ciego?».
Jesús contestó:
«Ni este pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día tengo que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo».
Dicho esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo:
«Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)».
Él fue, se lavó, y volvió con vista.

Palabra del Señor.


XX. El buen pastor da la vida por las ovejas

330. En los momentos de dolor y soledad nada anima tanto como sentirse amado y buscado. En Cristo se tiene la seguridad de ese amor. Pastor que prefiere la vida de sus ovejas a la suya propia, es el ejemplo sublime de un amor libre (v. 18) y total: entrega de la propia vida (v. 15) y a todos (v. 16).

Leccionario V, pág. 324.
XX  Jn 10, 11-18
El buen pastor da su vida por las ovejas
+ Lectura del santo Evangelio según San Juan.

EN aquel tiempo, dijo Jesús:
«Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el Buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor.
Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente.Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre».

Palabra del Señor.


sábado, 25 de marzo de 2017

Ritual de enfermos: Aleluyas y versículos antes del Evangelio.

Ritual de la Unción y de la pastoral de enfermos (6ª ed. española 1996)

CAPÍTULO IX. LECCIONARIO PARA EL RITUAL DE ENFERMOS

EN LA CELEBRACIÓN DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

ALELUYA Y VERSÍCULOS ANTES DEL EVANGELIO (Leccionario V, págs. 303-304)

304.
 Sal 32, 22
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R.

305.
II  Mt 5, 5
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados. R.

306.
III  Mt 8, 17b
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Cristo tomó nuestras dolencias
y cargó con nuestras enfermedades. R.

307.
IV  Mt 11, 28
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados
-dice el Señor-,
y yo os aliviaré. R.

308.
V  2 Co 1, 3b-4a
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Bendito sea el Padre de las misericordias
y Dios de toda consolación,
que nos consuela en cualquier tribulación nuestra. R.

309.
VI  Ef 1, 3
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bendiciones espirituales. R.

310.
VII  Sant 1, 12a
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Bienaventurado el hombre que aguanta la prueba,
porque, si sale airoso, recibirá la corona de la vida. R.

viernes, 24 de marzo de 2017

Ritual de Enfermos: Salmos responsoriales.

Ritual de la Unción y de la pastoral de enfermos (6ª ed. española 1996)

CAPÍTULO IX. LECCIONARIO PARA EL RITUAL DE ENFERMOS

EN LA CELEBRACIÓN DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

SALMO RESPONSORIAL (Leccionario V, págs. 292-302)

290.
 Is 38, 10.11. 12abcd. 16bcd (R.: cf. 17b)
R. Tú, Señor, detuviste mi alma para que no pereciese.
V. Yo pensé: «En medio de mis días
tengo que marchar hacia las puertas del abismo;
me privan del resto de mis años». R.
V. Yo pensé: «Ya no veré más al Señor
en la tierra de los vivos,
ya no miraré a los hombres
entre los habitantes del mundo». R.
V. Levantan y enrollan mi vida
como una tienda de pastores.
Como un tejedor, devanaba yo mi vida,
y me cortan la trama. R.
V. ¡Señor, en ti espera mi corazón!
que se reanime mi espíritu.
Me has curado, me has hecho revivir. R.


291.
II  Sal 6, 2-4a. 4b-6. 9-10 (R.: 3a)
R. Misericordia, Señor, que desfallezco
V. Señor, no me corrijas con ira,
no me castigues con cólera.
Misericordia, Señor, que desfallezco;
cura, Señor, mis huesos dislocados.
Tengo el alma en delirio. R.
V. Y tú, Señor, ¿hasta cuándo?
Vuélvete, Señor, liberta mi alma,
sálvame, por tu misericordia.
Porque en el reino de la muerte nadie te invoca,
y en el abismo, ¿quién te alabará? R.
V. Apartaos de mí, los malvados,
porque el Señor ha escuchado mis sollozos;
el Señor ha escuchado mi súplica,
el Señor ha aceptado mi oración. R.


292.
III  Sal 24, 4-5a. 6 y 7cd. 8-9. 10 y 14. 15-16 (R.: 1b)
R. A tí, Señor, levanto mi alma.
V. Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R.
V. Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R.
V. El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R.
V. Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
para los que guardan su alianza y sus man­datos.
El Señor se confía a los que lo temen,
y les da a conocer su alianza. R.
V. Tengo los ojos puestos en el Señor,
porque él saca mis pies de la red.
Mírame, oh Dios, y ten piedad de mí,
que estoy solo y afligido. R.


293.
IV  Sal 26, 1bcde.4. 5. 7-8ab. 8c-9ab. 9cde-10 (R.: 14)
R. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo.
V. El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R.
V. Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo. R.
V. El me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca. R.
V. Escúchame, Señor, que te llamo,
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón:
«Buscad mi rostro». R.
V. Tu rostro buscaré, Señor.
No me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo. R.
V. Que tú eres mi auxilio;
no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.
Si mi padre y mi madre me abandonan,
el Señor me recogerá. R.


294.
V  Sal 33, 2-3, 4-5. 6-7. 10-11. 12-13. 17 y 19 (R.: 19a; 9a)
R. El Señor está cerca de los atribulados.
O bien:
R. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
V. Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R.
V. Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R.
V. Contempladlo y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor,
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R.
V. Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que lo temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada. R.
V. Venid, hijos, escuchadme:
os instruiré en el temor del Señor.
¿Hay alguien que ame la vida
y desee días de prosperidad? R.
V. El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos. R.


295.
VI  Sal 41, 3. 5cdef; Sal 42, 3. 4 (R.: Sal 41, 2)
R. Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío.
V. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? R.
V. Cómo entraba en el recinto santo,
como avanzaba hacia casa de Dios
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta. R.
V. Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada. R.
V. Me acercaré al altar de Dios,
al Dios de mi alegría,
y te daré gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío. R.


296.
VII  Sal 62, 2-3. 4-6. 7-9 (R.: 2b)
R. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
V. Oh, Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria! R.
V. Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y dé manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. R.
V. En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo.
Mi alma está unida a ti
y tu diestra me sostiene. R.


297. 
VIII  Sal 70, 1-2. 5-6ab. 8 -9 .14-15ab (R.: 12b; 23)
R. Dios mío, ven aprisa a socorrerme.
O bien:
R. Te aclamarán mis labios, Señor;
mi alma, que tú redimiste.
V. A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre.
Tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído, y sálvame. R.
V. Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno, tú me sostenías. R.
V. Llena estaba mi boca de tu alabanza
y de tu gloria todo el día.
No me rechaces ahora en la vejez,
me van faltando las fuerzas, no me abandones. R.
V. Yo, en cambio, seguiré esperando,
redoblaré tus alabanzas;
mi boca contará tu justicia,
y todo el día tu salvación. R.


298.
IX  Sal 85, 1b-2. 3-4. 5-6. 11. 12-13. 15-16ab (R.: 1b; 15b y 16a)
R. Inclina tu oído, Señor, escúchame.
O bien:
R. Dios clemente y misericordioso,
mírame y ten compasión de mí.
V. Inclina tu oído, Señor, escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva, Dios mío, a tu siervo, que confía en ti. R.
V. Piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti, Señor. R.
V. Porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica. R.
V. Enséñame, Señor, tu camino,
para que siga tu verdad;
mantén mi corazón entero
en el temor de tu nombre. R.
V. Te alabaré de todo corazón, Dios mío;
daré gloria a tu nombre por siempre,
por tu gran piedad para conmigo,
porque me salvaste del abismo profundo. R.
V. Pero tú, Señor,
Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí,
da fuerza a tu siervo. R.


299.
X  Sal 89, 2. 3-4. 5-6. 9-10ab. 10cd y 12. 14 y 16 (R.: 1bc)
R. Señor, tú has sido nuestro refugio
de generación en generación.
V. Antes que naciesen los montes,
o fuera engendrado el orbe de la tierra,
desde siempre y por siempre tú eres Dios. R.
V. Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia son un ayer que pasó,
una vela nocturna. R.
V. Si tú los retiras
son como un sueño,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca. R.
V. Todos nuestros días pasaron bajo tu cólera,
y nuestros años se acabaron como un suspiro.
Aunque uno viva setenta años,
y el más robusto hasta ochenta. R.
V. La mayor parte son fatiga inútil,
porque pasan aprisa y vuelan.
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato. R.
V. Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Que tus siervos vean tu acción
y sus hijos tu gloria. R.


300.
XI  Sal 101, 2-3. 24-25. 26-28. 19-21 (R.: 2)
R. Señor, escucha mi oración,
que mi grito llegue hasta ti.
V. Señor, escucha mi oración,
que mi grito llegue hasta ti;
no me escondas tu rostro
el día de la desgracia.
Inclina tu oído hacia mí,
cuando te invoco,
escúchame en seguida. R.
V. El agotó mis fuerzas en el camino,
acortó mis días;
y yo dije: «Dios mío,
no me arrebates en la mitad de mis días».
Tus años duran por todas las generaciones. R.
V. Al principio cimentaste la tierra,
y el cielo es obra de tus manos.
Ellos perecerán, tú permaneces;
se gastarán como la ropa,
serán como un vestido que se muda.
Tú, en cambio, eres siempre el mismo,
tus años no se acabarán. R.
V. Quede esto escrito para la generación futura,
y el pueblo que será creado alabará al Señor.
Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario.
desde el cielo se ha fijado en la tierra,
para escuchar los gemidos de los cautivos,
y librar a los condenados a muerte. R.


301.
XII  Sal 102, 1b-2. 3-4. 11-12. 13-14. 15-16. 17-18 (R.: 1b; 8)
R. Bendice, alma mía, al Señor.
O bien:
R. El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
V. Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R.
V. El perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura. R.
V. Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre los que lo temen;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos. R.
V. Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por los que lo temen;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro. R.
V. Los días del hombre duran lo que la hierba,
florecen como flor del campo,
que el viento la roza, y ya no existe,
su terreno no volverá a verla. R.
V. Pero la misericordia del Señor
dura desde siempre y por siempre,
para aquellos que lo temen;
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan la alianza
y recitan y cumplen sus mandatos. R.


302.
XIII  Sal 122, 1b-2b. 2cdrfg (R.: cf. 2)
R. Nuestros ojos están en el Señor,
esperando su misericordia.
V. A ti levanto mis ojos,
a ti, que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores. R.
V. Como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia. R.



303.
XIV  Sal 142, 1b-2. 5-6. 10 (R.: 1b; 11a)
R. Señor, escucha mi oración.
O bien:
R. Por tu nombre, Señor, consérvame vivo.
V. Señor, escucha mi oración;
tú, que eres fiel, atiende a mi súplica;
tú, que eres justo, escúchame.
No llames ajuicio a tu siervo,
pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti. R.
V. Recuerdo los tiempos antiguos,
medito todas tus acciones,
considero las obras de tus manos
y extiendo mis brazos hacia ti:
tengo sed de ti como tierra reseca. R.
V. Enséñame a cumplir tu ley,
ya que tú eres mi Dios.
Tu espíritu, que es bueno,
me guíe por tierra llana. R.

jueves, 23 de marzo de 2017

Ritual de Enfermos: Lecturas del Nuevo Testamento.

Ritual de la Unción y de la pastoral de enfermos (6ª ed. española 1996)

CAPÍTULO IX. LECCIONARIO PARA EL RITUAL DE ENFERMOS

EN LA CELEBRACIÓN DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

LECTURAS DEL NUEVO TESTAMENTO
PARA EL TIEMPO PASCUAL (Leccionario V, págs. 275-278)

I. En nombre de Jesús, echa a andar

269. Dios responde, por medio de Pedro y Juan, a la petición del tullido, y responde curándole y yendo así más allá de la misma petición, que es la de una mera limosna (v. 3). No es tan importante lo que se pide cuanto el hecho mismo de pedir. Orar a Dios es fundamentalmente exponer nuestra indigencia, darle cuenta y damos cuenta de nuestra limitación.

Leccionario V, pág. 275.
Hch 3, 1-10
En nombre de Jesús, levántate y anda
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, Pedro y Juan subían al templo, a la oración de la hora de nona, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada «Hermosa», para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se quedó mirándolo y le dijo:
«Míranos».
Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pero Pedro le dijo:
«No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda».
Y agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. Todo el pueblo lo vio andar alabando a Dios, y, al caer en la cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa del templo, quedaron estupefactos y desconcertados ante lo que le había sucedido.

Palabra de Dios.


II. La fe en quien Dios resucitó le ha restituido completamente la salud

270. Pedro explica en su discurso las razones últimas de la curación que acaba de realizar con el tullido. Toda acción cura­tiva y salvadora es en primer lugar una mediación del poder sana­dor de Dios (vv. 12-13), y en segundo lugar un reflejo y anticipo de la salvación plena y verdadera que tenemos en Jesús por la fe (v. 16).

Leccionario V, pág. 276.
II  Hch 3, 11-16
La fe en aquel que Dios resucitó de entre los muertos le ha restituido completamente la salud
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, todo el pueblo, asombrado, acudió corriendo al pórtico llamado de Salomón, donde estaban ellos. Al verlo, Pedro dirigió la palabra a la gente:
«Israelitas, por que os admiráis de esto? ¿Por que nos miráis como si hubiéramos hecho andar a este con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo.
Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello.
Por la fe en su nombre, este, que veis aquí y que conocéis, ha recobrado el vigor por medio de su nombre; la fe que viene por medio de él le ha restituido completamente la salud, a la vista de todos vosotros».

Palabra de Dios.


III. No se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos

271. Todos sentimos desde nuestra indigencia y desde nuestro dolor la necesidad de salvación. Ante esa necesidad apremiante surgen en nuestra vida diversos salvadores que ocupan nuestra esperanza. Pedro nos repite que sólo en Cristo está la verdadera sal­vación (v. 12). Sólo él ha vencido de verdad la muerte.

Leccionario V, pág. 277.
III  Hch 4, 8-12
No se ha dado otro nombre por el que debamos salvarnos
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.

EN aquellos días, lleno de Espíritu Santo, Pedro dijo:
«Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucito de entre los muertos; por este Nombre, se presenta este sano ante vosotros.
Él es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que sea convertido en piedra angular; no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos».

Palabra de Dios.


IV. Aquel a quien Dios resucitó, no ha conocido la corrupción

272. La religión judía era una religión fundada en la promesa (vv. 32, 34). La cristiana, a pesar de reconocer cumplidas en Cristo aquellas promesas, no pierde por ello su carácter funda­mental de esperanza: el cristiano cree y espera, contra toda espe­ranza, que también en él se realizará la plena salvación del dolor y de la muerte realizada en Cristo.

Leccionario V, págs. 277-278.
IV  Hch 13, 32-39
Aquel a quien Dios resucitó no experimentó la corrupción
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, Pablo dijo:
«Nosotros os anunciamos la Buena Noticia de que la promesa que Dios hizo a nuestros padres, nos la ha cumplido a nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús. Así está escrito en el salmo segundo:
"Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy".
Y que lo resucitó de la muerte para nunca volver a la corrupción, lo tiene expresado así:
"Os cumpliré las promesas santas y seguras hechas a David".
Por eso dice en otro lugar:
No dejarás que tu santo experimente la corrupción".
Ahora bien, habiendo servido a su generación según la voluntad de Dios, David murió, fue agregado a sus padres, y experimentó la corrupción.
En cambio, aquel a quien Dios resucitó no experimentó la corrupción.
Por tanto, sabed bien, hermanos, que por medio de él se os anuncia el perdón de los pecados; y de todas las cosas de las que no pudisteis ser justificados por medio de la ley de Moisés, es justificado por medio de él todo el que cree.

Palabra de Dios.


LECTURAS DEL NUEVO TESTAMENTO
FUERA DEL TIEMPO PASCUAL (Leccionario V, págs. 279-291)

V. El compartir sus sufrimientos es señal de que compartiremos su gloria

273. El Espíritu de Dios es energía interior que continúa en nosotros la obra de Cristo y nos va configurando con él. Ese Espíritu nos impulsa a ver en Dios a nuestro Padre (w. 14-16) y nos lleva a padecer como Cristo para así ser como él glorificados (v. 17).

Leccionario V, pág. 279
I  Rom 8, 14-17
Si sufrimos con él, seremos glorificados con él
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

HERMANOS:
Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios.
Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: «¡Abba, Padre!».
Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; y, si hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo; de modo que, si sufrimos con él, seremos también glorificados con él.
Palabra de Dios.


VI. Aguardando la redención de nuestro cuerpo

274. Los dolores de parto son punto de partida de una vida nueva, están henchidos de esperanza y convergen en la cruz, donde se vence a la muerte. El sufrimiento forma parte del camino que conduce a otra patria, donde nuestra condición que­dará radical y divinamente transformada.

Leccionario V, págs. 279-280.
II  Rom 8, 18-27
Aguardamos la redención de nuestro cuerpo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

HERMANOS:
Considero que los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos manifestará. Porque la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios; en efecto, la creación fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por aquel que la sometió,  con la esperanza de que la creación misma sería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Porque sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto.
Y no solo eso, sino que también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo.
Pues hemos sido salvados en esperanza. Y una esperanza que se ve, no es esperanza, efectivamente, ¿cómo va a esperar uno algo que ve?
Pero si esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia.
Del mismo modo, el Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables.
Y el que escruta los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.

Palabra de Dios.


VII. ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?

275. Cristo es la Palabra («yo os amo») que el Padre pronuncia y nos entrega. El que da lo más está dispuesto a dar todo lo demás (v. 32). Por eso no puede haber ni sufrimientos ni enfermedad ni muerte que pueda separarnos de ese amor que está sobre nosotros. Sólo huyendo voluntariamente de ese Amor, que se ha entregado por nosotros y a nosotros, lograríamos separamos de él.

Leccionario V, págs. 280-281.
III  Rom 8, 31b-35, 37-39
¿Quién nos separará del amor de Cristo?
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 

HERMANOS:
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no se reservo a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, que murió, más todavía, resucitó y está a la derecha de Dios y que además intercede por nosotros? ¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, la persecución?, el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?
Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separamos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús
nuestro Señor.
Palabra de Dios.


VIII. Lo débil de Dios es más fuerte que los hombres

276. Pablo recuerda, y se lo recuerda a los cristianos de Corinto, cómo llegó a su ciudad, al barrio de los desechados por la sociedad, que entusiásticamente se habían abierto a la fe. Venía de Atenas (Hch 17), donde había podido comprobar por contraste cómo la sabiduría enorgullecía al hombre y cerraba su acceso a la fe en Dios.

Leccionario V, pág. 281.
IV  1 Cor 1, 18-25
Lo débil de Dios es más fuerte que los hombres
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

HERMANOS:
El mensaje de la cruz es necedad para los que se pierden; pero para los que se salvan, para nosotros, es fuerza de Dios. Pues esta escrito:
«Destruiré la sabiduría de los sabios, frustraré la sagacidad de los sagaces».
¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el docto? ¿Dónde está el sofista de este tiempo? ¿No ha convertido Dios en necedad la sabiduría del mundo?
Y puesto que, en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios por el camino de la sabiduría, quiso Dios valerse de la necedad de la predicación para salvar a los que creen.
Pues los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados -judíos o griegos-, un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.

Palabra de Dios.


IX. Cuando un miembro sufre, todos sufren con él

277. No estamos solos. Saberse formando parte de un cuerpo da sentido a nuestros triunfos y a nuestros sufrimientos. Todo adquiere un significado en el conjunto, incomprensible desde la es­trecha mira individual. Eso llevará a los demás miembros a sintonizar con tus sufrimientos (v. 26) y a ti a sintonizar con los de los otros.

Leccionario V, pág. 282.
V  1 Cor 12, 12-22, 24b-27
Si un miembro sufre, todos sufren con él
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

HERMANOS:
Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.
Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
Pues el cuerpo no lo forma un solo miembro, sino muchos.
Si dijera el pie: «Puesto que no soy mano, no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? y si el oído dijera: «Puesto que no soy ojo, no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿dónde estaría el oído?, si fuera todo oído ¿dónde estaría el olfato? Pues bien, Dios distribuyó cada uno de los miembros en el cuerpo como quiso.
Si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?
Sin embargo, aunque es cierto que los miembros son muchos, el cuerpo es uno solo.
El ojo no puede decir a la mano: «No te necesito»; y la cabeza no puede decir a los pies: «No os necesito», Sino todo lo contrario, los miembros que parecen más débiles son necesarios.
Pues bien, Dios organizó el cuerpo dando mayor honor a lo que carece de él, para que así no haya división en el cuerpo sino que más bien todos los miembros se preocupen por igual unos de otros. Y si un miembro sufre, todos sufren con él; si un miembro es honrado, todos se alegran con él.
Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro.
Palabra de Dios.


X. (Para los moribundos) Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado

278. La fe se vive en comunidad. Ahí se animan y exigen los creyentes a creer y esperar. La palabra que se predica y se cree es entonces el mejor argumento de nuestra esperanza. Esa palabra dice: Cristo ha resucitado, luego es posible la resurrección del cuerpo mortal, luego es también posible nuestra resurrección. Animémonos mutuamente con esa palabra (1 Ts 4, 18).

Leccionario V, pág. 283.
VI  1 Cor 15, 12-20
Si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo ha resucitado
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

HERMANOS:
Si se anuncia que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos de entre vosotros que no hay resurrección de muertos?
Pues bien: si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo ha resucitado. Pero si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana también vuestra fe; más todavía: resultamos unos falsos testigos de Dios, porque hemos dado testimonio contra él, diciendo que ha resucitado a Cristo, a quien no ha resucitado... si es que los muertos no resucitan.
Pues si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís estando en vuestros pecados; de modo que incluso los que murieron en Cristo han perecido.
Si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solo en esta vida, somos los más desgraciados de toda la humanidad.
Pero Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto.

Palabra de Dios.


XI. Nuestro interior se renueva día a día

279. Sigue siendo válida y luminosa la distinción paulina en­tre hombre exterior e interior. Llevamos nuestro tesoro en vasos de arcilla. Importa poco que el vaso exterior visible (v. 18) se vaya deteriorando si nuestra atención y cuidado se centra en mantener y acrecentar el tesoro interior.

Leccionario V, pág. 284.
VII (para moribundos) 2 Cor 4, 16-18
Nuestro hombre interior se va renovando día a día
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

HERMANOS:
No nos acobardamos, sino que, aun cuando nuestro hombre exterior se vaya desmoronando, nuestro hombre interior se va renovando día a día.
Pues la leve tribulación presente nos proporciona una inmensa e incalculable carga de gloria, ya que no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve; en efecto, lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno.

Palabra de Dios.


XII. (Para los moribundos) Tenemos una casa eterna en los cielos

280. Caminar en la vida es peregrinar. La mejor morada es más posada que hogar. El Hogar del Padre al que van caminando sus hijos alienta nuestra esperanza y relativiza al tiempo todos los lazos que nos unen al lugar de nuestras tareas.

Leccionario V, pág. 284.
VIII  2 Cor 5, 1.6-10
Tenemos una morada que es eterna y está en los cielos
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

HERMANOS:
Sabemos que si se destruye esta nuestra morada terrena, tenemos un sólido edificio que viene de Dios, una morada que no ha sido construida por manos humanas, es eterna y está en los cielos.
Así pues, siempre llenos de buen ánimo y sabiendo que, mientras habitamos en el cuerpo, estamos desterrados lejos del Señor, caminamos en fe y no en visión.
Pero estamos de buen ánimo y preferimos ser desterrados del cuerpo y vivir junto al Señor.
Por lo cual, en destierro o en patria, nos esforzamos en agradarlo.
Porque todos tenemos que comparecer ante el tribunal de Cristo para recibir cada cual por lo que haya hecho mientras tenía este cuerpo, sea el bien o el mal.
Palabra de Dios.


XIII. Os anuncié el Evangelio con motivo de una enfermedad mía

281. Pablo empezó enfermo su evangelización en Galacia (v. 13) y lleno de dolores siguió predicando después (v. 19) con su palabra y ejemplo. Podemos hacer mucho a pesar de nuestra enfermedad. E l dolor y la muerte podrá ir haciendo su obra en nosotros mientras conseguimos que hagan su obra la alegría y la vida en cuantos nos rodean.

Leccionario V, pág. 285.
IX  Gál 4, 12-19
Os anuncié el Evangelio con ocasión de una enfermedad corporal
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas.

HERMANOS:
Poneos, por favor, en mi lugar, lo mismo que yo, hermanos, me pongo en el vuestro. En nada me ofendisteis.
Sabéis que la primera vez os anuncié el Evangelio con ocasión de una enfermedad corporal; con todo, aunque mi estado físico os debió de tentar a ello, no me despreciasteis ni me hicisteis ningún desaire; al contrario, me recibisteis como a un mensajero de Dios, como a Jesucristo en persona.
¿Dónde ha quedado ahora aquella dicha vuestra? Porque puedo dar testimonio de que, si hubiera sido posible, os habríais sacado los ojos para dármelos. Y ahora, ¿me he convertido en enemigo vuestro por ser sincero con vosotros?
El interés que muestran por vosotros no es de buena ley; quieren apartaros de mí para que os mostréis más bien seguidores suyos.
Está bien, en cambio, ser objeto de interés para el bien siempre, y no solo cuando estoy ahí con vosotros.
Hijos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo se forme en vosotros.
Palabra de Dios.


XIV. Estuvo enfermo, pero Dios tuvo misericordia de él

282. Pablo, que tantas veces afirma su deseo de morir para gozar de lleno del Señor, se entristece, sin embargo, con sólo el pensamiento de que su ayudante y amigo pueda morir (vv. 26-27). Por eso quiere que todos participen como él de la alegría de verle sano de nuevo (v. 29).

Leccionario V, pág. 286.
X  Flp 2, 25-30
Estuvo enfermo, pero Dios tuvo compasión de él
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses.

HERMANOS:
Me considero obligado a enviaros de nuevo a Epafrodito, mi hermano, colaborador y compañero de armas, a quien vosotros enviasteis para que atendiera mi necesidad. Él os echa mucho de menos y está angustiado porque os habéis enterado de su enfermedad. De hecho, estuvo a punto de morir, pero
Dios tuvo compasión de él; no solo de él, sino también de mí, para que no se me añadiera una tristeza a la otra.
Os lo mando lo antes posible, para que viéndolo, volváis a alegraros, y yo me sienta aliviado. Recibidlo, pues, en el Señor, con la mayor alegría; estimad a personas como él, que, por la causa de Cristo, ha estado a punto de morir, exponiendo su vida para prestarme, en lugar vuestro, el servicio que vosotros no podíais.

Palabra de Dios.


XV. Completo en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo

283. Los sufrimientos que Pablo padece están llenos para él de sentido. Los sufre pensando en otros («por vosotros»; v. 24) y ve en ellos el modo de prolongar la acción salvadora de Cristo (v. 24), que se ciñó a un espacio y tiempo muy reducidos. Siente además que el mismo Cristo es energía que obra poderosamente en él (v. 29) para llevara cabo esa continuación de su obra.

Leccionario V, págs. 286-287.
XI  Col 1, 22-29
Así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses.

HERMANOS:
Ahora por la muerte que Cristo sufrió en su cuerpo de carne, habéis sido reconciliados para ser admitidos a su presencia santos, sin mancha y sin reproche, a condición de que permanezcáis cimentados y estables en la fe, e inamovibles en la esperanza del Evangelio que habéis escuchado: el mismo que se proclama en la creación entera bajo el cielo, del que yo, Pablo, he legado a ser servidor.
Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros: así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha nombrado servidor, conforme al encargo que me ha sido encomendado en orden a vosotros: llevar a plenitud la palabra de Dios, el misterio escondido desde siglos y generaciones y revelado ahora a sus santos, a quienes Dios ha querido dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria.
Nosotros anunciamos a ese Cristo; amonestamos a todos, enseñamos a todos, con todos los recursos de la sabiduría, para presentarlos a todos perfectos en Cristo. Por este motivo lucho denodadamente con su fuerza, que actúa poderosamente en mí.

Palabra de Dios.


XVI. No tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas

284. No es el menor fruto de la enfermedad el de experimentar en la propia carne el sufrimiento y el dolor que a tantos hermanos nuestros afecta (v. 15). El dolor, como la alegría, puede encerrarnos en nosotros mismos y hacernos olvidar que debemos compartirlos. La solidaridad en el dolor une, impulsa a la súplica (vv. 16. 7) y enseña la aceptación y la obediencia.

Leccionario V, págs. 287-288
XII  Heb 4, 14-16; 5, 7-9
No tenemos un sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades
Lectura de la carta a los Hebreos.

HERMANOS:
Ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios, mantengamos firme la confesión de fe.
No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado. Por eso, comparezcamos confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno.
Cristo, en efecto, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filial. Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. a la consumación, se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación eterna.

Palabra de Dios.


XVII. La oración de fe salvará al enfermo

285. El espíritu entonado deberá volverse a Dios para alabarle (v. 13b), el espíritu abatido, para orar, presentando su aflicción y su limitación (v. 13a). Esa oración personal del enfermo le une más fuertemente con Dios. La oración de unos por otros no sólo aumentará la unión con Dios, sino la unión y solidaridad de todos.

Leccionario V, pág. 288.
XIII  Sant 5, 13-16
La oración hecha con fe salvará al enfermo
Lectura de la carta del apóstol Santiago.

QUERIDOS hermanos:
¿Está sufriendo alguno de vosotros? Rece. ¿Está contento? Cante. ¿Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que recen por él y lo unjan con óleo en el nombre del Señor. La oración hecha con fe salvará al enfermo y el Señor lo restablecerá; y si hubiera cometido algún pecado, le será perdonado.
Por tanto, confesaos mutuamente los pecados y rezad unos por otros para que os curéis: mucho puede la oración insistente del justo.

Palabra de Dios.


XVIII. Alegraos, aunque de momento tengáis que sufrir un poco

286. El gozo de aquello en que esperamos (v. 3) deberá hacer superar las pruebas y tristezas de que está lleno el camino (v. 6). Esas pruebas servirán para acrisolar nuestra fe y nuestra esperanza (v. 7). La prueba hace peor al mal dispuesto, pero mejor al bueno.

Leccionario V, págs. 288-289
XIV  1 Pe 1, 3-9
Os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro.

BENDITO sea Dios, Padre de nuestro Señor, Jesucristo, que, por su gran misericordia, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha regenerado para una esperanza viva; para una herencia incorruptible, intachable e inmarcesible, reservada en el cielo a vosotros, que, mediante la fe, estáis protegidos con la fuerza de Dios; para una salvación dispuesta a revelarse en el momento final.
Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo
todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas.

Palabra de Dios.

XIX. Aún no se ha manifestado lo que seremos

287. El que ama no descansa hasta elevar al amado y hacerlo semejante a él. Esa es nuestra esperanza: que el amor que Dios nos tiene, experimentado ya en nuestra vida (v. I), no cesará hasta hacernos semejante a él.

Leccionario V, pág. 289.
XV  1 Jn 3, 1-2
Aún no se ha manifestado lo que seremos
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan.

QUERIDOS hermanos:
Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él.
Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

Palabra del Señor.


XX. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor

288. No debemos dejarnos atar y limitar por un pasado y un presente dolorosos (v. 4), sino afirmarnos con renovada fe en la absoluta novedad de lo que nos espera (w. 1 y 4). Debemos estar abiertos a la súbita aparición de *lo nuevo» en nuestra vida y a la profunda transformación que ello es capaz de realizar en nosotros.

Leccionarios V, pág. 290
XVI  Ap 21, 1-7
Ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto, ni dolor
Lectura del libro del Apocalipsis.

YO, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe.
Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo.
Y oí una gran voz desde el trono que decía:
«He aquí la morada de Dios entre los hombres, y morará entre ellos, y ellos serán su pueblo, y el "Dios con ellos" será su Dios».
Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido.
Y dijo el que está sentado en el trono:
«Mira, hago nuevas todas las cosas».
Y dijo:
Escribe: estas palabras son fieles y verdaderas».
Y me dijo:
«Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tenga sed yo le daré de la fuente del agua de la vida gratuitamente. El vencedor heredará esto: yo seré Dios para él, y él será para mí hijo».

Palabra de Dios.


XXI. (Para los moribundos) ¡Ven, Señor Jesús!

289. La vida es un camino que no hacemos solos. Lo recorremos caminando hacia un Dios que está viniendo a nuestro encuentro. El cristiano que exclama «Ven, Jesús», está pidiendo que se intensifique y actualice en su espíritu esa presencia del Espíritu de Jesús que es ya realidad. «Amén» es la palabra confiada, llena de esperanza, de que así será.

Leccionario V, pág. 291.
XVII  Ap 22, 17. 20-21
¡Ven, Señor Jesús!
Lectura del libro del Apocalipsis.

EL Espíritu y la esposa dicen:
«¡Ven!».
Y quien lo oiga, diga:
«¡Ven!».
Y quien tenga sed, que venga. Y quien quiera, que tome el agua de la vida gratuitamente.
Dice el que da testimonio de estas cosas:
«Sí, vengo pronto».
Amén. ¡Ven, Señor Jesús!
La gracia del Señor Jesús esté con todos.

Palabra de Dios.