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domingo, 26 de marzo de 2017

Ritual de enfermos: Evangelios.

Ritual de la Unción y de la pastoral de enfermos (6ª ed. española 1996)

CAPÍTULO IX. LECCIONARIO PARA EL RITUAL DE ENFERMOS

EN LA CELEBRACIÓN DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

EVANGELIO (Leccionario V, págs. 305-324).

I. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo

311. Las bienaventuranzas son una buscada y total contraposición al deseo de dicha inmediata que invade al hombre. Constituyen la quintaesencia del programa de Jesús y sólo se comprenden cuando se las considera practicadas por Jesús. Es su punto de vista sobre la existencia humana, que él convirtió en norma y vida de su propia existencia.

Leccionario V, pág. 305
Mt 5, 1-12a
Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo + Lectura del santo Evangelio según San Mateo.

EN aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos,
porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia,
porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos
porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».

Palabra del Señor.


II. Señor, si quieres, puedes limpiarme

312. Una fe profunda en la omnipotencia de Dios alienta la oración del leproso: »Si quieres, puedes limpiarme.» Basta que él, que todo lo puede, lo quiera. Pero sigue siendo libre Dios, Señor de la historia y de la naturaleza, para dejar seguir a ésta su curso.

Leccionario V, pág. 306
II  Mt 8, 1-4
Señor, si quieres, puedes limpiarme
+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo.

Al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente.
En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo:
«Señor, si quieres, puedes limpiarme».
Extendió la mano y lo tocó diciendo:
«Quiero, queda limpio».
Y en seguida quedó limpio de la lepra.
Jesús le dijo:
«No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».

Palabra del Señor.


III. El cargó con nuestras enfermedades

313. No se oponen una personalidad consciente de la propia valía y una aceptada humildad ante Dios. El centurión sabe ejer­citar la autoridad (v. 9) y, sin embargo, se siente indigno de la vi­sita de Jesús (v. 8). Su súplica está llena de fe (v. 10) y de delica­deza (v. 8): que no entre Jesús —judío — en casa de un pagano y pierda la pureza ritual).

Leccionario V, págs. 306-307
III (forma larga)  Mt 8, 5-17
El tomó nuestras dolencias
+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo.

EN aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole:
«Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho».
Le contestó:
«Voy yo a curarlo».
Pero el centurión le replicó:
«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes: y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace».
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían:
«En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; en cambio, a los hijos del reino los echarán fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes».
Y dijo Jesús al centurión:
«Vete; que te suceda según has creído».
Y en aquel momento se puso bueno el criado.
Al llegar Jesús a la casa de Pedro, vio a su suegra en cama con fiebre; le tocó su mano y se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a servirle.
Al anochecer, le llevaron muchos endemoniados; él, con su palabra expulsó los espíritus y curó a todos los enfermos para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:
«El tomó nuestras dolencias
y cargó con nuestras enfermedades».

Palabra del Señor.


Leccionario V, págs. 308
III (forma breve, opción 1)  Mt 8, 5-13
El tomó nuestras dolencias
+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo.

EN aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole:
«Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho».
Le contestó:
«Voy yo a curarlo».
Pero el centurión le replicó:
«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes: y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace».
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían:
«En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; en cambio, a los hijos del reino los echarán fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes».
Y dijo Jesús al centurión:
«Vete; que te suceda según has creído».
Y en aquel momento se puso bueno el criado.

Palabra del Señor.


Leccionario V, págs. 309
III (forma breve, opción 2)  Mt 8, 14-17
El tomó nuestras dolencias
+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo.

EN aquel tiempo, al llegar Jesús a la casa de Pedro, vio a su suegra en cama con fiebre; le tocó su mano y se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a servirle.
Al anochecer, le llevaron muchos endemoniados; él, con su palabra expulsó los espíritus y curó a todos los enfermos para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:
«El tomó nuestras dolencias
y cargó con nuestras enfermedades».

Palabra del Señor.


IV. Venid a mí todos los que estáis cansados

314. Las cargas y fatigas de nuestra vida se transforman en carga y yugo de Cristo (vv. 29-30) cuando nos sentimos identificados con él y continuadores de su vida y programa (v. 28). Sólo el que tiene el corazón humilde recibe la revelación de Dios (v. 25), que supera todo conocimiento y es fuente de aguante y energía.

Leccionario V, pág. 310
IV  Mt 11, 25-30
Venid a mí todos los que estáis cansados
+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo.

EN aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra del Señor.


V. Jesús curó a muchos

315. Precede a las curaciones la humildad suplicante de los enfermos que se postran a sus pies (v. 30). Y sigue a la curación la alabanza a Dios (v. 31), el reconocimiento de que es de Dios, de donde vino la salvación.

Leccionario V, págs. 310-211
V  Mt 15, 29-31
Jesús sana a muchos
+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo.

EN aquel tiempo, Jesús se dirigió al mar de Galilea, subió al monte y se sentó en él.
Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los ponían a sus pies y él los curaba.
La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y daban gloria al Dios de Israel.

Palabra del Señor.


VI. Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis

316. Al final nos examinarán del amor. Se nos preguntará cómo nos portamos con los enfermos y cuantos necesitaron nuestra ayuda y no cómo y cuándo confesamos y reconocimos explícitamente al Señor. Eso demuestra la pregunta extrañada de los colocados a la derecha: «¿ Cuándo te vimos enfermo a ti?»

Leccionario V, pág. 311
VI  Mt 25, 31-40
Cada vez que lo hicisteis con mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis
+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones.
El separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de su derecha:
"Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme".
Entonces los justos le contestarán:
"Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?".
Y el rey les dirá:
"En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis».

Palabra del Señor.


VII. Viendo la fe que tenían, dijo: tus pecados quedan perdonados

317. La fe (v. 5) que remueve montañas es la que está dis­puesta a remover cualquier obstáculo (v. 4), la que cree contra toda esperanza. La fe verdadera es activa y nos pide poner de nuestra parte todo lo que esté a nuestro alcance. Jesús no desecha sino aprecia (v. 5) este esfuerzo personal.

Leccionario V, pág. 312
VII  Mc 2, 1-12
Viendo la fe que tenían, le dijo: «Tus pecados te son perdonados»
+ Lectura del santo Evangelio según San Marcos.

EN aquel tiempo, entró Jesús en Cafarnaún, y se supo que estaba en casa.
Acudieron tantos, que no quedaba sitio ni a la puerta. Y les proponía la palabra.
Y vinieron trayéndole un paralitico llevado entre cuatro y, como no podían presentárselo por el gentío, levantaron la techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralitico:
«Hijo, tus pecados te son perdonados».
Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros:
«¿Por qué habla este así? Blasfema, ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo uno, Dios?».
Jesús se dio cuenta enseguida de lo que pensaban y les dijo:
«Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate, coge la camilla y echa a andar"?
Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados -dice al paralitico-:
"Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa"».
Se levantó,cogió inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo:
«Nunca hemos visto una cosa igual».

Palabra del Señor.


VIII. ¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?

318. Querríamos, como los apóstoles, que la presencia de Je­sús en nosotros ahuyentase de nuestra vida todo temor y zozobra. Y nos sorprende la indiferencia de Dios, que parece dormir (v. 38) ante el peligro de la vida en que nos encontramos. Dios es incompatible con el naufragio, pero no con la inseguridad y embates que amenazan nuestra vida. Pensar lo contrario es tener poca fe (v. 40).

Leccionario V, pág. 313.
VIII  Mc 4, 35-41
¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?
+ Lectura del santo Evangelio según San Marcos.

Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vamos a la otra orilla».
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre un cabezal.
Lo despertaron, diciéndole:
«Maestro, ¿no te importa que perezcamos?».
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar:
«¡Silencio, enmudece!».
El viento cesó y vino una gran calma.
El les dijo:
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».
Se llenaron de miedo y se decían unos a otros:
«¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar lo obedecen!».

Palabra del Señor.


IX. Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí

319. El ciego logra su curación después de haber vencido el respeto humano. A las increpaciones para que se calle responde confesando con voz más alta la mesianidad de Jesús (v. 48). A sí merece que Jesús le llame (v. 49) y le cure. Bartimeo vence tam­bién la tentación egoísta de la ingratitud y, curado, sigue a Jesús (v. 52) como le había seguido enfermo.

Leccionario V, pág. 314.
IX  Mc 10, 46-52
Hijo de David, ten compasión de mí
+ Lectura del santo Evangelio según San Marcos.

EN aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:
«Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí».
Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más:
«Hijo de David, ten compasión de mí».
Jesús se detuvo y dijo:
«Llamadlo».
Llamaron al ciego, diciéndole:
«Animo, levántate, que te llama».
Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
Jesús le dijo:
«¿Qué quieres que te haga?».
El ciego le contestó:
«"Rabbuní", que recobre la vista».
Jesús le dijo:
«Anda, tu fe te ha salvado».
Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

Palabra del Señor.


X. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos 

320. El Evangelio es una noticia de salvación con hechos y palabras. Por eso comienza a veces esa salvación por la curación de enfermedades (v. 18) y de toda clase de males fv. 17). Son las señales con que el Señor va prestando su confirmación a la palabra predicada (v. 20). Y, sin embargo, Ia adhesión de nuestra fe (v. 14) no debe depender de que existan o no esas señales.

Leccionario V, pág. 315.
Mc 16, 15-20
Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos 
+ Lectura del santo Evangelio según San Marcos.

EN aquel tiempo, se apareció Jesús a los once y les dijo:
«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
El que crea y sea bautizado se salvará, el que no crea será condenado.
A los que crean, les acompañarán estos signos echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.
Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
Ellos se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

Palabra del Señor.


XI. Id a anunciar a Juan lo que habéis visto y oído

321. Juan, que había anunciado a Jesús como el Mesías, duda de ello en la cárcel, porque no se está cumpliendo una de las esperanzas proféticas: «Liberará de la prisión a los cautivos». Jesús le comunica las otras esperanzas que con él se están cum­pliendo, entre las cuales no figura la que a Juan más interesa. La acción de Dios no llenará siempre nuestros anhelos y no por eso deberá desfallecer nuestra esperanza.

Leccionario V, pág. 316.
XI  Lc 7, 19-23
Anunciad a Juan lo que habéis visto y oído
+ Lectura del santo Evangelio según San Lucas.

EN aquel tiempo, Juan, llamando a dos de sus discípulos, los envió al Señor diciendo:
«¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?».
Los hombres se presentaron ante él y le dijeron:
«Juan el Bautista nos ha mandado a ti para decirte:"¿Eres tú
el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?"».
En aquella hora Jesús curó a muchos de enfermedades, achaques y malos espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la vista.
Y respondiendo, les dijo:
«Id y anunciad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados. Y ¡bienaventurado el que no se escandalice de mí!».

Palabra del Señor.


XII. Curad a los enfermos

322. Los mensajeros del Reino (v. 9) deberán ser mensajeros de paz (v. 5) y de salvación (v. 9), tratando por su parte de dar concreción material a ese mensaje salvador con la salvación y ali­vio de enfermedades y dolencias.

Leccionario V, págs. 316-317.
XII  Lc 10, 5-6. 8-9
Curad a los enfermos
+ Lectura del santo Evangelio según San Lucas.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando entréis en una casa, decid primero:
"Paz a esta casa".
 Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles:
"El reino de Dios ha llegado a vosotros"».

Palabra del Señor.


XIII. ¿Quién es mi prójimo?

323. Jesús cambia, al final de la parábola (v. 36), el plantea­miento. No pregunta, ¿quién es tu prójimo? (v. 29), sino ¿quién se ha hecho prójimo del que se encontró necesitado de ayuda ? El cristiano no deberá preguntarse quien es su prójimo, sino si él se siente de verdad próximo al que padece necesidad.

Leccionario V, págs. 317-318.
XIII  Lc 10, 25-37
¿Quién es mi prójimo?
+ Lectura del santo Evangelio según San Lucas

EN aquel tiempo, se levantó un maestro de la ley y preguntó a Jesús para ponerlo a prueba:
«Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?».
Él le dijo:
«¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?».
Él respondió:
«"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza" y con toda tu mente. Y "a tu prójimo como a ti mismo"».
Él le dijo:
«Has respondido correctamente. Haz esto y tendrás la vida».
Pero el maestro de la ley queriendo justificarse dijo a Jesús:
«¿Y quién es mi prójimo?».
Respondió Jesús diciendo:
«Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo una levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacando
dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva". ¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?».
Él dijo:
«El que practicó la misericordia con él».
Jesús le dijo:
«Anda y haz tú lo mismo».

Palabra del Señor.


XIV. Pedid y se os dará

324. La fuerza y eficacia de la oración reside no en el que pide, sino en la bondad del padre, Dios, a quien se pide (v. 13). Eso debe hacernos confiados y persistentes en la petición fvv. 5-10), sabiendo, sin embargo, que el objeto infalible y supremo de nuestra oración es el del Espíritu de Dios que en ella se nos comunica.

Leccionario V, págs. 318.319.
XIV  Lc 11, 5-13
Pedid y se os dará
+ Lectura del santo Evangelio según San Lucas.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice:
"Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle"; y, desde dentro, aquel le responde:
"No me molestes, la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados, no puedo levantarme para dártelos"; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues yo os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá, porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre.
¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?».

Palabra del Señor.


XV. Dichosos los criados a quienes el señor los encuentre en vela

325. La vida es servicio y nuestro papel respecto a Dios es el de los criados con su dueño <vv. 36-37), administradores (v. 42) que no tienen en su mano bienes propios. La vida es vela continua (v. 35. 38, etc.), responsabilidad permanente de dar lo mejor de nosotros mismos (cf. v. 48).

Leccionario V, págs. 319-320.
XV  Lc 12, 35-44
Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor los encuentre en vela
+ Lectura del santo Evangelio según San Lucas.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo.
Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Pedro le dijo:
«Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?».
Y el Señor dijo:
«¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas?
Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes».

Palabra del Señor.


XVI. ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador

326. La oración del que se humilla penetra las nubes. ¿ Exhi­bimos en la oración nuestros merecimientos o sirve ella para ha­cernos caer en la cuenta de nuestras faltas y limitaciones? Lo más serio y verdadero que podemos mostrar a Dios es nuestra condi­ción de pecadores.

Leccionario V, pág. 320
XVI (para moribundos)  Lc 18, 9-14
¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador
+ Lectura del Santo Evangelio según San Lucas.

EN aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:
«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:
"¡Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo".
El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo:
"¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador".
Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Palabra del Señor.


XVII. (Para los moribundos) Esta es la voluntad del Padre: que no pierda nada de lo que me dio

327. Se salva y recibe la vida de Dios quien cree en el Hijo (v. 40). Esta fe en Jesús comporta un seguimiento que lleva a la imitación. El creyente deberá convertir su vida, como Jesús, en un hacer no la propia voluntad, sino la de Dios que le envía (v. 38). Convertirse, como él, en ser-de-Dios-para-los-hombres.

Leccionario V, pág. 321.
XVII (para moribundos)  Jn 6, 35-40
Esta es la voluntad del Padre: que no pierda nada de lo que me dio
+ Lectura del santo Evangelio según San Juan

EN aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Yo soy el pan de vida El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mi no tendrá sed jamás, pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis.
Todo lo que me da el Padre vendrá a mi, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.
Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día.
Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día».

Palabra del Señor.


XVIII. (Para los moribundos) El que come este pan vivirá para siempre

328. La Eucaristía nos identifica con Cristo (v. 56) y con su muerte. Comer la carne de Cristo y beber su sangre (v. 53) es aceptar que la muerte de Cristo, y también la nuestra, tiene sen­tido y termina en la resurrección.

Leccionario V, pág. 322.
XVIII  Jn 6, 53-58
El que come este pan vivirá para siempre
+ Lectura del santo Evangelio según San Juan.

EN aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. 
El que come mi come y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. 
Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».

Palabra del Señor.

XIX. No pecó, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios

329. Seguimos inclinados a ver en la enfermedad y en el sufrimiento un castigo de Dios por nuestros pecados (v. 2). La respuesta de Cristo («para que se manifiesten en él las obras de Dios») nos aclara, aunque sólo sea un poco, la incomprensibili­dad del dolor y de la enfermedad. También a partir de ellos puede hacer en nosotros su obra el Señor.

Leccionario V, pág. 323
XIX  Jn 9, 1-7
No por el pecado, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios
+ Lectura del santo Evangelio según San Juan.

EN aquel tiempo, al pasar, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento.
Y sus discípulos le preguntaron:
«Maestro, ¿quién pecó, este o sus padres, para que naciera ciego?».
Jesús contestó:
«Ni este pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día tengo que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo».
Dicho esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo:
«Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)».
Él fue, se lavó, y volvió con vista.

Palabra del Señor.


XX. El buen pastor da la vida por las ovejas

330. En los momentos de dolor y soledad nada anima tanto como sentirse amado y buscado. En Cristo se tiene la seguridad de ese amor. Pastor que prefiere la vida de sus ovejas a la suya propia, es el ejemplo sublime de un amor libre (v. 18) y total: entrega de la propia vida (v. 15) y a todos (v. 16).

Leccionario V, pág. 324.
XX  Jn 10, 11-18
El buen pastor da su vida por las ovejas
+ Lectura del santo Evangelio según San Juan.

EN aquel tiempo, dijo Jesús:
«Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el Buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor.
Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente.Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre».

Palabra del Señor.


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