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jueves, 23 de marzo de 2017

Ritual de Enfermos: Lecturas del Nuevo Testamento.

Ritual de la Unción y de la pastoral de enfermos (6ª ed. española 1996)

CAPÍTULO IX. LECCIONARIO PARA EL RITUAL DE ENFERMOS

EN LA CELEBRACIÓN DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

LECTURAS DEL NUEVO TESTAMENTO
PARA EL TIEMPO PASCUAL (Leccionario V, págs. 275-278)

I. En nombre de Jesús, echa a andar

269. Dios responde, por medio de Pedro y Juan, a la petición del tullido, y responde curándole y yendo así más allá de la misma petición, que es la de una mera limosna (v. 3). No es tan importante lo que se pide cuanto el hecho mismo de pedir. Orar a Dios es fundamentalmente exponer nuestra indigencia, darle cuenta y damos cuenta de nuestra limitación.

Leccionario V, pág. 275.
Hch 3, 1-10
En nombre de Jesús, levántate y anda
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, Pedro y Juan subían al templo, a la oración de la hora de nona, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada «Hermosa», para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se quedó mirándolo y le dijo:
«Míranos».
Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pero Pedro le dijo:
«No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda».
Y agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. Todo el pueblo lo vio andar alabando a Dios, y, al caer en la cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa del templo, quedaron estupefactos y desconcertados ante lo que le había sucedido.

Palabra de Dios.


II. La fe en quien Dios resucitó le ha restituido completamente la salud

270. Pedro explica en su discurso las razones últimas de la curación que acaba de realizar con el tullido. Toda acción cura­tiva y salvadora es en primer lugar una mediación del poder sana­dor de Dios (vv. 12-13), y en segundo lugar un reflejo y anticipo de la salvación plena y verdadera que tenemos en Jesús por la fe (v. 16).

Leccionario V, pág. 276.
II  Hch 3, 11-16
La fe en aquel que Dios resucitó de entre los muertos le ha restituido completamente la salud
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, todo el pueblo, asombrado, acudió corriendo al pórtico llamado de Salomón, donde estaban ellos. Al verlo, Pedro dirigió la palabra a la gente:
«Israelitas, por que os admiráis de esto? ¿Por que nos miráis como si hubiéramos hecho andar a este con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo.
Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello.
Por la fe en su nombre, este, que veis aquí y que conocéis, ha recobrado el vigor por medio de su nombre; la fe que viene por medio de él le ha restituido completamente la salud, a la vista de todos vosotros».

Palabra de Dios.


III. No se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos

271. Todos sentimos desde nuestra indigencia y desde nuestro dolor la necesidad de salvación. Ante esa necesidad apremiante surgen en nuestra vida diversos salvadores que ocupan nuestra esperanza. Pedro nos repite que sólo en Cristo está la verdadera sal­vación (v. 12). Sólo él ha vencido de verdad la muerte.

Leccionario V, pág. 277.
III  Hch 4, 8-12
No se ha dado otro nombre por el que debamos salvarnos
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.

EN aquellos días, lleno de Espíritu Santo, Pedro dijo:
«Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucito de entre los muertos; por este Nombre, se presenta este sano ante vosotros.
Él es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que sea convertido en piedra angular; no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos».

Palabra de Dios.


IV. Aquel a quien Dios resucitó, no ha conocido la corrupción

272. La religión judía era una religión fundada en la promesa (vv. 32, 34). La cristiana, a pesar de reconocer cumplidas en Cristo aquellas promesas, no pierde por ello su carácter funda­mental de esperanza: el cristiano cree y espera, contra toda espe­ranza, que también en él se realizará la plena salvación del dolor y de la muerte realizada en Cristo.

Leccionario V, págs. 277-278.
IV  Hch 13, 32-39
Aquel a quien Dios resucitó no experimentó la corrupción
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, Pablo dijo:
«Nosotros os anunciamos la Buena Noticia de que la promesa que Dios hizo a nuestros padres, nos la ha cumplido a nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús. Así está escrito en el salmo segundo:
"Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy".
Y que lo resucitó de la muerte para nunca volver a la corrupción, lo tiene expresado así:
"Os cumpliré las promesas santas y seguras hechas a David".
Por eso dice en otro lugar:
No dejarás que tu santo experimente la corrupción".
Ahora bien, habiendo servido a su generación según la voluntad de Dios, David murió, fue agregado a sus padres, y experimentó la corrupción.
En cambio, aquel a quien Dios resucitó no experimentó la corrupción.
Por tanto, sabed bien, hermanos, que por medio de él se os anuncia el perdón de los pecados; y de todas las cosas de las que no pudisteis ser justificados por medio de la ley de Moisés, es justificado por medio de él todo el que cree.

Palabra de Dios.


LECTURAS DEL NUEVO TESTAMENTO
FUERA DEL TIEMPO PASCUAL (Leccionario V, págs. 279-291)

V. El compartir sus sufrimientos es señal de que compartiremos su gloria

273. El Espíritu de Dios es energía interior que continúa en nosotros la obra de Cristo y nos va configurando con él. Ese Espíritu nos impulsa a ver en Dios a nuestro Padre (w. 14-16) y nos lleva a padecer como Cristo para así ser como él glorificados (v. 17).

Leccionario V, pág. 279
I  Rom 8, 14-17
Si sufrimos con él, seremos glorificados con él
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

HERMANOS:
Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios.
Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: «¡Abba, Padre!».
Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; y, si hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo; de modo que, si sufrimos con él, seremos también glorificados con él.
Palabra de Dios.


VI. Aguardando la redención de nuestro cuerpo

274. Los dolores de parto son punto de partida de una vida nueva, están henchidos de esperanza y convergen en la cruz, donde se vence a la muerte. El sufrimiento forma parte del camino que conduce a otra patria, donde nuestra condición que­dará radical y divinamente transformada.

Leccionario V, págs. 279-280.
II  Rom 8, 18-27
Aguardamos la redención de nuestro cuerpo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

HERMANOS:
Considero que los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos manifestará. Porque la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios; en efecto, la creación fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por aquel que la sometió,  con la esperanza de que la creación misma sería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Porque sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto.
Y no solo eso, sino que también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo.
Pues hemos sido salvados en esperanza. Y una esperanza que se ve, no es esperanza, efectivamente, ¿cómo va a esperar uno algo que ve?
Pero si esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia.
Del mismo modo, el Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables.
Y el que escruta los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.

Palabra de Dios.


VII. ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?

275. Cristo es la Palabra («yo os amo») que el Padre pronuncia y nos entrega. El que da lo más está dispuesto a dar todo lo demás (v. 32). Por eso no puede haber ni sufrimientos ni enfermedad ni muerte que pueda separarnos de ese amor que está sobre nosotros. Sólo huyendo voluntariamente de ese Amor, que se ha entregado por nosotros y a nosotros, lograríamos separamos de él.

Leccionario V, págs. 280-281.
III  Rom 8, 31b-35, 37-39
¿Quién nos separará del amor de Cristo?
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 

HERMANOS:
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no se reservo a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, que murió, más todavía, resucitó y está a la derecha de Dios y que además intercede por nosotros? ¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, la persecución?, el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?
Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separamos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús
nuestro Señor.
Palabra de Dios.


VIII. Lo débil de Dios es más fuerte que los hombres

276. Pablo recuerda, y se lo recuerda a los cristianos de Corinto, cómo llegó a su ciudad, al barrio de los desechados por la sociedad, que entusiásticamente se habían abierto a la fe. Venía de Atenas (Hch 17), donde había podido comprobar por contraste cómo la sabiduría enorgullecía al hombre y cerraba su acceso a la fe en Dios.

Leccionario V, pág. 281.
IV  1 Cor 1, 18-25
Lo débil de Dios es más fuerte que los hombres
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

HERMANOS:
El mensaje de la cruz es necedad para los que se pierden; pero para los que se salvan, para nosotros, es fuerza de Dios. Pues esta escrito:
«Destruiré la sabiduría de los sabios, frustraré la sagacidad de los sagaces».
¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el docto? ¿Dónde está el sofista de este tiempo? ¿No ha convertido Dios en necedad la sabiduría del mundo?
Y puesto que, en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios por el camino de la sabiduría, quiso Dios valerse de la necedad de la predicación para salvar a los que creen.
Pues los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados -judíos o griegos-, un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.

Palabra de Dios.


IX. Cuando un miembro sufre, todos sufren con él

277. No estamos solos. Saberse formando parte de un cuerpo da sentido a nuestros triunfos y a nuestros sufrimientos. Todo adquiere un significado en el conjunto, incomprensible desde la es­trecha mira individual. Eso llevará a los demás miembros a sintonizar con tus sufrimientos (v. 26) y a ti a sintonizar con los de los otros.

Leccionario V, pág. 282.
V  1 Cor 12, 12-22, 24b-27
Si un miembro sufre, todos sufren con él
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

HERMANOS:
Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.
Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
Pues el cuerpo no lo forma un solo miembro, sino muchos.
Si dijera el pie: «Puesto que no soy mano, no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? y si el oído dijera: «Puesto que no soy ojo, no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿dónde estaría el oído?, si fuera todo oído ¿dónde estaría el olfato? Pues bien, Dios distribuyó cada uno de los miembros en el cuerpo como quiso.
Si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?
Sin embargo, aunque es cierto que los miembros son muchos, el cuerpo es uno solo.
El ojo no puede decir a la mano: «No te necesito»; y la cabeza no puede decir a los pies: «No os necesito», Sino todo lo contrario, los miembros que parecen más débiles son necesarios.
Pues bien, Dios organizó el cuerpo dando mayor honor a lo que carece de él, para que así no haya división en el cuerpo sino que más bien todos los miembros se preocupen por igual unos de otros. Y si un miembro sufre, todos sufren con él; si un miembro es honrado, todos se alegran con él.
Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro.
Palabra de Dios.


X. (Para los moribundos) Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado

278. La fe se vive en comunidad. Ahí se animan y exigen los creyentes a creer y esperar. La palabra que se predica y se cree es entonces el mejor argumento de nuestra esperanza. Esa palabra dice: Cristo ha resucitado, luego es posible la resurrección del cuerpo mortal, luego es también posible nuestra resurrección. Animémonos mutuamente con esa palabra (1 Ts 4, 18).

Leccionario V, pág. 283.
VI  1 Cor 15, 12-20
Si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo ha resucitado
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

HERMANOS:
Si se anuncia que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos de entre vosotros que no hay resurrección de muertos?
Pues bien: si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo ha resucitado. Pero si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana también vuestra fe; más todavía: resultamos unos falsos testigos de Dios, porque hemos dado testimonio contra él, diciendo que ha resucitado a Cristo, a quien no ha resucitado... si es que los muertos no resucitan.
Pues si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís estando en vuestros pecados; de modo que incluso los que murieron en Cristo han perecido.
Si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solo en esta vida, somos los más desgraciados de toda la humanidad.
Pero Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto.

Palabra de Dios.


XI. Nuestro interior se renueva día a día

279. Sigue siendo válida y luminosa la distinción paulina en­tre hombre exterior e interior. Llevamos nuestro tesoro en vasos de arcilla. Importa poco que el vaso exterior visible (v. 18) se vaya deteriorando si nuestra atención y cuidado se centra en mantener y acrecentar el tesoro interior.

Leccionario V, pág. 284.
VII (para moribundos) 2 Cor 4, 16-18
Nuestro hombre interior se va renovando día a día
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

HERMANOS:
No nos acobardamos, sino que, aun cuando nuestro hombre exterior se vaya desmoronando, nuestro hombre interior se va renovando día a día.
Pues la leve tribulación presente nos proporciona una inmensa e incalculable carga de gloria, ya que no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve; en efecto, lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno.

Palabra de Dios.


XII. (Para los moribundos) Tenemos una casa eterna en los cielos

280. Caminar en la vida es peregrinar. La mejor morada es más posada que hogar. El Hogar del Padre al que van caminando sus hijos alienta nuestra esperanza y relativiza al tiempo todos los lazos que nos unen al lugar de nuestras tareas.

Leccionario V, pág. 284.
VIII  2 Cor 5, 1.6-10
Tenemos una morada que es eterna y está en los cielos
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

HERMANOS:
Sabemos que si se destruye esta nuestra morada terrena, tenemos un sólido edificio que viene de Dios, una morada que no ha sido construida por manos humanas, es eterna y está en los cielos.
Así pues, siempre llenos de buen ánimo y sabiendo que, mientras habitamos en el cuerpo, estamos desterrados lejos del Señor, caminamos en fe y no en visión.
Pero estamos de buen ánimo y preferimos ser desterrados del cuerpo y vivir junto al Señor.
Por lo cual, en destierro o en patria, nos esforzamos en agradarlo.
Porque todos tenemos que comparecer ante el tribunal de Cristo para recibir cada cual por lo que haya hecho mientras tenía este cuerpo, sea el bien o el mal.
Palabra de Dios.


XIII. Os anuncié el Evangelio con motivo de una enfermedad mía

281. Pablo empezó enfermo su evangelización en Galacia (v. 13) y lleno de dolores siguió predicando después (v. 19) con su palabra y ejemplo. Podemos hacer mucho a pesar de nuestra enfermedad. E l dolor y la muerte podrá ir haciendo su obra en nosotros mientras conseguimos que hagan su obra la alegría y la vida en cuantos nos rodean.

Leccionario V, pág. 285.
IX  Gál 4, 12-19
Os anuncié el Evangelio con ocasión de una enfermedad corporal
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas.

HERMANOS:
Poneos, por favor, en mi lugar, lo mismo que yo, hermanos, me pongo en el vuestro. En nada me ofendisteis.
Sabéis que la primera vez os anuncié el Evangelio con ocasión de una enfermedad corporal; con todo, aunque mi estado físico os debió de tentar a ello, no me despreciasteis ni me hicisteis ningún desaire; al contrario, me recibisteis como a un mensajero de Dios, como a Jesucristo en persona.
¿Dónde ha quedado ahora aquella dicha vuestra? Porque puedo dar testimonio de que, si hubiera sido posible, os habríais sacado los ojos para dármelos. Y ahora, ¿me he convertido en enemigo vuestro por ser sincero con vosotros?
El interés que muestran por vosotros no es de buena ley; quieren apartaros de mí para que os mostréis más bien seguidores suyos.
Está bien, en cambio, ser objeto de interés para el bien siempre, y no solo cuando estoy ahí con vosotros.
Hijos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo se forme en vosotros.
Palabra de Dios.


XIV. Estuvo enfermo, pero Dios tuvo misericordia de él

282. Pablo, que tantas veces afirma su deseo de morir para gozar de lleno del Señor, se entristece, sin embargo, con sólo el pensamiento de que su ayudante y amigo pueda morir (vv. 26-27). Por eso quiere que todos participen como él de la alegría de verle sano de nuevo (v. 29).

Leccionario V, pág. 286.
X  Flp 2, 25-30
Estuvo enfermo, pero Dios tuvo compasión de él
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses.

HERMANOS:
Me considero obligado a enviaros de nuevo a Epafrodito, mi hermano, colaborador y compañero de armas, a quien vosotros enviasteis para que atendiera mi necesidad. Él os echa mucho de menos y está angustiado porque os habéis enterado de su enfermedad. De hecho, estuvo a punto de morir, pero
Dios tuvo compasión de él; no solo de él, sino también de mí, para que no se me añadiera una tristeza a la otra.
Os lo mando lo antes posible, para que viéndolo, volváis a alegraros, y yo me sienta aliviado. Recibidlo, pues, en el Señor, con la mayor alegría; estimad a personas como él, que, por la causa de Cristo, ha estado a punto de morir, exponiendo su vida para prestarme, en lugar vuestro, el servicio que vosotros no podíais.

Palabra de Dios.


XV. Completo en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo

283. Los sufrimientos que Pablo padece están llenos para él de sentido. Los sufre pensando en otros («por vosotros»; v. 24) y ve en ellos el modo de prolongar la acción salvadora de Cristo (v. 24), que se ciñó a un espacio y tiempo muy reducidos. Siente además que el mismo Cristo es energía que obra poderosamente en él (v. 29) para llevara cabo esa continuación de su obra.

Leccionario V, págs. 286-287.
XI  Col 1, 22-29
Así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses.

HERMANOS:
Ahora por la muerte que Cristo sufrió en su cuerpo de carne, habéis sido reconciliados para ser admitidos a su presencia santos, sin mancha y sin reproche, a condición de que permanezcáis cimentados y estables en la fe, e inamovibles en la esperanza del Evangelio que habéis escuchado: el mismo que se proclama en la creación entera bajo el cielo, del que yo, Pablo, he legado a ser servidor.
Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros: así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha nombrado servidor, conforme al encargo que me ha sido encomendado en orden a vosotros: llevar a plenitud la palabra de Dios, el misterio escondido desde siglos y generaciones y revelado ahora a sus santos, a quienes Dios ha querido dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria.
Nosotros anunciamos a ese Cristo; amonestamos a todos, enseñamos a todos, con todos los recursos de la sabiduría, para presentarlos a todos perfectos en Cristo. Por este motivo lucho denodadamente con su fuerza, que actúa poderosamente en mí.

Palabra de Dios.


XVI. No tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas

284. No es el menor fruto de la enfermedad el de experimentar en la propia carne el sufrimiento y el dolor que a tantos hermanos nuestros afecta (v. 15). El dolor, como la alegría, puede encerrarnos en nosotros mismos y hacernos olvidar que debemos compartirlos. La solidaridad en el dolor une, impulsa a la súplica (vv. 16. 7) y enseña la aceptación y la obediencia.

Leccionario V, págs. 287-288
XII  Heb 4, 14-16; 5, 7-9
No tenemos un sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades
Lectura de la carta a los Hebreos.

HERMANOS:
Ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios, mantengamos firme la confesión de fe.
No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado. Por eso, comparezcamos confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno.
Cristo, en efecto, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filial. Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. a la consumación, se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación eterna.

Palabra de Dios.


XVII. La oración de fe salvará al enfermo

285. El espíritu entonado deberá volverse a Dios para alabarle (v. 13b), el espíritu abatido, para orar, presentando su aflicción y su limitación (v. 13a). Esa oración personal del enfermo le une más fuertemente con Dios. La oración de unos por otros no sólo aumentará la unión con Dios, sino la unión y solidaridad de todos.

Leccionario V, pág. 288.
XIII  Sant 5, 13-16
La oración hecha con fe salvará al enfermo
Lectura de la carta del apóstol Santiago.

QUERIDOS hermanos:
¿Está sufriendo alguno de vosotros? Rece. ¿Está contento? Cante. ¿Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que recen por él y lo unjan con óleo en el nombre del Señor. La oración hecha con fe salvará al enfermo y el Señor lo restablecerá; y si hubiera cometido algún pecado, le será perdonado.
Por tanto, confesaos mutuamente los pecados y rezad unos por otros para que os curéis: mucho puede la oración insistente del justo.

Palabra de Dios.


XVIII. Alegraos, aunque de momento tengáis que sufrir un poco

286. El gozo de aquello en que esperamos (v. 3) deberá hacer superar las pruebas y tristezas de que está lleno el camino (v. 6). Esas pruebas servirán para acrisolar nuestra fe y nuestra esperanza (v. 7). La prueba hace peor al mal dispuesto, pero mejor al bueno.

Leccionario V, págs. 288-289
XIV  1 Pe 1, 3-9
Os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro.

BENDITO sea Dios, Padre de nuestro Señor, Jesucristo, que, por su gran misericordia, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha regenerado para una esperanza viva; para una herencia incorruptible, intachable e inmarcesible, reservada en el cielo a vosotros, que, mediante la fe, estáis protegidos con la fuerza de Dios; para una salvación dispuesta a revelarse en el momento final.
Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo
todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas.

Palabra de Dios.

XIX. Aún no se ha manifestado lo que seremos

287. El que ama no descansa hasta elevar al amado y hacerlo semejante a él. Esa es nuestra esperanza: que el amor que Dios nos tiene, experimentado ya en nuestra vida (v. I), no cesará hasta hacernos semejante a él.

Leccionario V, pág. 289.
XV  1 Jn 3, 1-2
Aún no se ha manifestado lo que seremos
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan.

QUERIDOS hermanos:
Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él.
Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

Palabra del Señor.


XX. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor

288. No debemos dejarnos atar y limitar por un pasado y un presente dolorosos (v. 4), sino afirmarnos con renovada fe en la absoluta novedad de lo que nos espera (w. 1 y 4). Debemos estar abiertos a la súbita aparición de *lo nuevo» en nuestra vida y a la profunda transformación que ello es capaz de realizar en nosotros.

Leccionarios V, pág. 290
XVI  Ap 21, 1-7
Ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto, ni dolor
Lectura del libro del Apocalipsis.

YO, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe.
Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo.
Y oí una gran voz desde el trono que decía:
«He aquí la morada de Dios entre los hombres, y morará entre ellos, y ellos serán su pueblo, y el "Dios con ellos" será su Dios».
Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido.
Y dijo el que está sentado en el trono:
«Mira, hago nuevas todas las cosas».
Y dijo:
Escribe: estas palabras son fieles y verdaderas».
Y me dijo:
«Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tenga sed yo le daré de la fuente del agua de la vida gratuitamente. El vencedor heredará esto: yo seré Dios para él, y él será para mí hijo».

Palabra de Dios.


XXI. (Para los moribundos) ¡Ven, Señor Jesús!

289. La vida es un camino que no hacemos solos. Lo recorremos caminando hacia un Dios que está viniendo a nuestro encuentro. El cristiano que exclama «Ven, Jesús», está pidiendo que se intensifique y actualice en su espíritu esa presencia del Espíritu de Jesús que es ya realidad. «Amén» es la palabra confiada, llena de esperanza, de que así será.

Leccionario V, pág. 291.
XVII  Ap 22, 17. 20-21
¡Ven, Señor Jesús!
Lectura del libro del Apocalipsis.

EL Espíritu y la esposa dicen:
«¡Ven!».
Y quien lo oiga, diga:
«¡Ven!».
Y quien tenga sed, que venga. Y quien quiera, que tome el agua de la vida gratuitamente.
Dice el que da testimonio de estas cosas:
«Sí, vengo pronto».
Amén. ¡Ven, Señor Jesús!
La gracia del Señor Jesús esté con todos.

Palabra de Dios.

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